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remodelación de un espacio público

Hasta Castelar le da el visto bueno a la reforma de la Plaza de Candelaria, en Cádiz

Una vista de la Plaza de Candelaria desde la esquina de la calle Santiago.

Una vista de la Plaza de Candelaria desde la esquina de la calle Santiago. / Julio González

Cuando todavía está por culminar la obra antes de que la recepcione oficialmente completa el Ayuntamiento, la recién remodelada y abierta Plaza de Candelaria parece contentar a casi todo el mundo. Hasta al mismísimo Emilio Castelar, que desde su pedestal parece alzar su mano derecha, en este caso no para ensalzar los valores liberales de la Primera República, sino para decir: “¡Vale por mí! No os está quedando nada mal la plaza donde nací”. Aunque bien es verdad que el ilustre y brillante orador nunca hubiese sido tan parco en palabras...

El caso es que hosteleros, comerciantes y vecinos coinciden en lo fundamental y es que, con la reforma planificada y licitada por el anterior Gobierno municipal, con Martín Vila al frente de las concejalías de Urbanismo y Movilidad, la plaza ha ganado en accesibilidad para todos los ciudadanos. Esto ha sido posible gracias a la eliminación de barreras arquitectónicas mediante un pavimento de plataforma única, sin bordillos; a la instalación de rampas hacia el centro de la glorieta y a la semipeatonalización de su perímetro, de manera que sólo podrán acceder vehículos públicos y de residentes por dos de las cuatro calzadas ya rebajadas que la circundan.

Un paseo por este espacio público, todavía desangelado, permite ahora apreciar una amplitud y unas perspectivas con mayor fondo, antes imposibles. Sí que es verdad que todavía queda reponer los árboles en los alcorques de donde se apearon ocho olmos –todos irrecuperables, según el Ayuntamiento y bastantes de ellos, salvables, según denunció la Asociación de Vecinos Cádiz Centro– y los bancos originales. Pero, de manera acertada, según dicen quienes viven la plaza, todo se ha aplazado para después de los Carnavales.

Los jardines y la fuente se han vallado para evitar males mayores durante las fiestas y se encuentran en el estado en el que suelen quedar tradicionalmente las plantas y los árboles después de las obras en España: abandonados y muy deteriorados, sin rastro del menor cuidado a lo largo de los seis meses que han durado los trabajos. Para darse cuenta de esa falta de atención vegetal basta con fijarse en las grandes hojas secas que cuelgan como jirones de la Strelitzia augusta de la esquina con Santo Cristo. Tampoco se han arreglado zonas de la parte central con losas rotas.

Otra perspectiva del espacio público desde la confluencia con la calle Sacramento. Otra perspectiva del espacio público desde la confluencia con la calle Sacramento.

Otra perspectiva del espacio público desde la confluencia con la calle Sacramento. / Julio González

Pero las únicas críticas que salen a la luz son, además de la tala y arrancado de los olmos, es la escasa iluminación que, a juicio, de algún comerciante dan las nuevas farolas led. Aunque, por contra, hay quien sostiene que algún tramo está mejor iluminado que antes. Eso, y la posibilidad, todavía no confirmada, de que no se vayan a instalar urinarios portátiles durante los Carnavales, una decisión que muchos calificarían de un gran error, si se tiene en cuenta que Candelaria congrega a miles de personas a lo largo del Carnaval, sobre todo por las noches y en torno al tablao de la Peña La Estrella.

Puede que sean los hosteleros quienes más aprecien la reforma. Sobre todo por las lamentables condiciones en las que se vieron obligados a montar sus terrazas al pie de la calzada, con los coches casi rozando las sillas de los comensales. Alguno espera ampliarla, pero solo en un par de mesas.

“La plaza está quedando perfecta, en comodidad para los transeúntes y para todos, sobre todo porque esta zona va a ser peatonal”, responde Juan Jesús Llaca, gerente del bar de la Peña La Estrella. “Una vez que se termine la obra, los técnicos estudiarán si podemos poner más mesas o no, aunque a mí me bastaría con unas dos o tres más de las cinco que tengo”. El bar cerró tres meses, pero no obligado por la obra pública, sino para hacer una pequeña reforma en el interior. “La obra no ha sido muy incómoda”, reconoce el hostelero.

Una imagen del centro de la plaza. Delante, los alcorques tapados a la espera de nuevos árboles. Una imagen del centro de la plaza. Delante, los alcorques tapados a la espera de nuevos árboles.

Una imagen del centro de la plaza. Delante, los alcorques tapados a la espera de nuevos árboles. / Julio González

Una trabajadora de la pastelería y panadería La Gloria New coincide en lo acertado de la reforma, al igual que Ainhoa García, empleada del café Royalti, que ve la plaza mucho más bonita. “Yo le veo mucha luz y creo que está quedando mucho mejor de lo que estaba, después de un proceso largo y complicado para los comercios”, responde Pepe Chamizo, jefe de sala del restaurante Sonámbulo. “Han cambiado la iluminación y se ve de maravilla por la noche, de manera que eso disuadirá a más de uno que no venga con buenas intenciones. Lo único malo: el tráfico, que hasta ahora sigue siendo una locura”, añade. “Tuvimos terraza en la primera etapa de este negocio, pero la retiramos por el tráfico y el peligro que suponía. Pero conservamos la licencia y ya veremos dónde la reubican, aunque será como máximo lo que mide la fachada, que es lo que dice la ordenanza. La peatonalización siempre va ser buena para todos”, concluye. El Sonámbulo sólo ha tenido que cerrar unos días salteados, ”pero sí que es verdad que aquí nos hemos comido tres o cuatro meses de obra y en otros tramos solo uno”.

Fernando García Luna, de Alimentación Nani, mantiene que “la plaza está quedando bien, pero pudo haber quedado mejor y también peor”. Considera que la nueva iluminación es muy escasa. "Alumbra la mitad que las de antes y eso no es bueno", argumenta. “Lo malo es que este año no van a poner urinarios, los han pasado a la Plaza de España, y esto va a ser horroroso”, sostiene. “Con el tablao, el domingo de pescao frito, esto va ser una a locura, un caos”, vaticina.

“A falta de los remates, del mobiliario y de los árboles, la plaza está quedando bien”, reconoce Luis Trinidad, dueño del Bar Zapata. “De terraza tendremos las mismas cinco mesas que teníamos. Me queda que modifiquen la señal de aparcamiento y que hagan los agujeros para poner unos bolardos de protección”, cuenta. “Han sido unos meses con las lógicas complicaciones de una obra, pero ha merecido la pena porque vamos a disfrutar todos de un espacio público renovado”, concluye.

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