Los comerciantes del mercado ambulante retornan este lunes a la Barriada de La Paz

Cadiz recupera su Piojito

  • El mercadillo vuelve con el 50% de sus puestos y con un público lleno de dudas sobre cómo se debe actuar en este tipo de instalaciones

Numeroso público no quiso perderse el reestreno del Piojito. Eso sí, con mascarilla.

Numeroso público no quiso perderse el reestreno del Piojito. Eso sí, con mascarilla. / Julio González

Vuelven los lunes al sol. Y ahora más porque la falta de una hilera de puestos en el Piojito de Cádiz impide que se forme el habitual pasillo que se suele cubrir con sombrajos para evitar el calor y la exposición a las altas temperaturas. Las medidas de seguridad que ha impuesto el Ayuntamiento de Cádiz para acceder a la vuelta del mercadillo del Piojito ha determinado que sean sólo la mitad de los puestos los que se puedan instalar. De esta manera los tenderetes sólo ocupan uno de los márgenes del amplio paseo de La Paz.

Pero era un Piojito a medias y no sólo porque faltaran la mitad de los puestos. No todas eran buenas caras. Eso sí, el 95% de los gaditanos y gaditanas que tiraron para la Barriada esta mañana de lunes se colocaron su mascarilla, tal y como obligan las autoridades. De hecho, varios de los muchos policías locales que esta mañana se encontraban en el paseo del Piojito velando por la seguridad de todos y por el estricto cumplimiento de las normas daban fe de ello. "De momento la gente se está mostrando muy colaboradora y están todos cumpliendo con la normativa, al que es siempre de agradecer", comentaba uno de los agentes de la Local.

Pero es justo decir que el primero en presentarse a las siete de la mañana en el piojito, cuando este mercadillo empezaba a despertar fue el concejal de Seguridad del Ayuntamiento de Cádiz, David Navarro. Así lo comentaba uno de los comerciantes del Piojito que se mostraba agradecido a Navarro por la sensibilidad mostrada con estos vendedores. "Es que dese cuenta de que teníamos que colocar nuestros puestos más lejos aún de la balaustrada del paseo marítimo, pero el concejal lo ha entendido y ha dado órdenes para que nos dejaran ubicar nuestros tenderetes de  una manera más eficaz y óptima para todos".

Nada más empezar el trayecto por la zona del puente, un vendedor de bragas del Piojito destacaba algo singular: "No sé qué habrá pasado con el coronavirus pero veo a la gente más amable, más preocupada por todos, más humana. No sé el tiempo que esto durará pero parece que esta nueva normalidad no pinta mal".

Pero no fue el único que esgrimió este argumento tan sinsentido. Uno de los agentes de la Policía Local consultados destacaba igualmente la buena predisposición mostrada por todos por velar por el cumplimiento de las normas. Puede que sea producto del miedo, "pero espero que esto siga siendo así, al menos mientras dure el temor a un rebrote".

En otro puesto, Manuel, que vende, sobre todo ropa de cama, destacaba que han sido "tres meses horrorosos". Manuel comenta que "cuando se cerró el Pojito por culpa del coronavirus yo vendía ropa de invierno y aquí esto con lo que puedo porque no nos ha dado ni tiempo de no renovar la mercancía". Este vendedor del mercadillo gaditano cuenta con cuatro puestos, "así que imagínese la de pérdidas que me ha provocado este virus".

Eso sí, no faltaban ni las mascarillas ni los hidrogeles. Lo mismo se encuentra uno un tarrito de hidroalcohólico sobre una caja de cartón en medio del paseo que escondido entre bragas y sujetadores. 

El Piojito da vida al barrio de La Paz. Allí estaban los pescadores de Viento de Levante a las puertas de sus instalaciones viendo pasar a los clientes del Piojito. "Hombre, yo echaba de menos este ambientito pero el que sí lo ha notado tela es el de la cervecería del club". Esto lo contaba Alfonso, que como pescador maldice al coronavirus por haberle tenido en casa encerrado dos meses en casa sin poder coger la caña.

Uno de los puestos de bañadores de El Piojito Uno de los puestos de bañadores de El Piojito

Uno de los puestos de bañadores de El Piojito / Julio González

Antonio Moreno, al frente de su tenderete de bañadores y bisutería, no deja ni a un cliente o clienta que tocara nada de lo expuesto sin antes echarse un chorreoncito de gel en las manos. "De todas maneras nunca hemos permitido devoluciones en este tipo de productos, pero no está de más tomar precauciones".

Moreno lleva ya muchos años de vendedor ambulante así que sabe perfectamente lo que tiene entre manos y el daño que está haciéndole esta desescalada a su sector. Y lo peor es que él que lleva su puesto por todos los rincones de Andalucía se encuentra con que cada Ayuntamiento les trata de una manera. "Y Cádiz es de los pocos que no nos deja ponernos a todos. Y mira que hay sitio para todos. Si usted mira desde el puente hasta Puntales, hay kilómetros para todos". 

Este comerciante habla de un trato marginal con respecto a algunos centros comerciales o mercados de abastos. "Allí la gente toca la ropa y se la prueba como le da la gana y la suelta donde quiere y nadie le dice nada". En el piojito eso no está permitido y la ropa que se quiera probar la gente hay que retirarla del muestrario y no volverla a colocar hasta no desifectarla.

Muy cercano a su puesto ambulante, José Castilla Roa, un vecino de La Paz de 84 años y pescador de los de toda la vida reposa sobre un banco del paseo de la Bahía viendo a la gente pasar. Para él, la vuelta del Piojito ha supuesto un cambio en el ambientito de los lunes. "Yo tengo la costumbre de bajarme todos los días, darme mi paseíto y ya subir a casa a comer, pero hoy ha vuelto a Cádiz la alegría del Piojito".

Fran, desde su puesto de textil y confección, interrumpe un momento su atención al público para destacar, por un lado la pérdida económica que les ha supuesto la idea de no permitir el 100% del aforo de los puestos, pero, por otra, no deja de reconocer que el Ayuntamiento de Cádiz les ha perdonado  la tasa semestral. Hablamos de unos 500 euros que los vendedores del Piojito se ahorrarán este año.

Mitades de maniquies exponen una colección de 'leggings' en uno de los puestos. Mitades de maniquies exponen una colección de 'leggings' en uno de los puestos.

Mitades de maniquies exponen una colección de 'leggings' en uno de los puestos. / Julio González

Pero este mercadillo ambulante tiene otros actores. Allí estaba Ismael Muriel. "Vendo camarones gordos". Qué mejor tarjeta que esta para que se presente un gaditano. Él sabe que su presencia no es del todo legal, "pero la verdad es que la Policía no se mete con nosotros". Afirma no detectar miedo entre el público y allí estaba ya con un restillo de camarones, gordos por cierto, que le quedaban de los 20 kilos con los que había empezado la jornada.

Y a pocos metros, Alfonso Reyes, un latero que divide su estancia entre la playa de la Victoria y el Piojito. Habla claro y dice "esto de dejar que se pongan nada más que la mitad de los puestos me parece una gilipollada". Y más aún, y puede que lleve parte de razón: al parecer las normas sanitarias no le permiten ir con su nevera de refrescos para un lado y para otro del piojito para evitar contagios. "Eso me parecfe otra gilipollada". "Lo que no veo b ien es que las marías se traigan a los niños al Piojito estando las cosas como están, pero ahí no se mete nadie".

Manuel Benítez mantiene todos los lunes un puesto de productos de temporada. Este lunes vendía higos, cabrillas y caracoles, pero lo mismo cualquier lunes se cuela con castañas y nueces o con frutas y verduras de lo más variada. Es uno de  los pocos privilegiados que pueden estar allí todos los lunes dada la figura de concesión que mantiene con el Ayuntamiento de Cádiz . Benítez habla de "miedo escénico" para describir que detecta un cierto miedo entre la gente y decenas de dudas que se irán disipando a medida que la normalidad deje de ser nueva y pase a ser sólo normalidad. Y el Piojito siempre ha sido, es y será el Piojito. Con normas o sin normas, si el coronavirus así lo permite.

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