Cádiz por todo lo alto
La Torre del Reloj abre después de cincuenta años para ofrecer unas vistas inmejorables
Uno de los atractivos de visitar cualquier monumento, paisaje o ciudad son las vistas que desde ellos se pueden contemplar.Solo hay que pensar en cómo se vive Roma desde lo alto de la cúpula de Miguel Ángel, o cómo brilla París por la noche desde la Torre Eifell.
Algo muy parecido ocurre con una ciudad como Cádiz, que por su reducida geografía, aprovecha la verticalidad de los edificios para respirar y disfrutar de las vistas. Razón por la que cuenta con más de 125 torres miradores, aunque solo dos están abiertas al público: la Torre Tavira y la recién inaugurada Torre del Reloj .
"Las torres miradores tienen en Cádiz un doble fin: la necesidad de auparse para encontrar la libertad y auparse para vigilar y protegerse de lo que viene del mar", afirma el arquitecto Tomás Carranza. Y es así como se entiende la vocación de la Torre del Reloj, abierta al público desde el pasado primero de agosto. Una torre que permite contemplar esa geografía limitada por la disposición de la ciudad, pero que roza el infinito cuando el mar se impone en el horizonte.
"El principal monumento que hoy podemos contemplar en Cádiz es la ciudad misma", así lo afirma Julio Malo de Molina en su libro Un paseo por Cádiz.Y qué mejor forma de hacerlo desde arriba,con el rigor de una vista de pájaro. "Las Torres Miradores constituyen un invariante arquitectónico inédito en Europa y son los hitos principales de una ciudad que se percibe mejor desde la altura.", así lo afirma Malo de Molino en su libro.
Por eso, hasta los que tienen vértigo pueden aparcar su fobia para descubrir Cádiz desde la perspectiva que ofrece la Torre del Reloj. Esta torre, llamada también del Levante, es junto a la Torre del Poniente uno de los elementos exteriores más significativos de la Catedral gaditana, que le conceden el estatuto de un edificio barroco y también neoclásico. Solo hay que alzar la cabeza desde las escaleras de la catedral para darse cuenta.
Aunque el calor siempre invite a permanecer en horizontal durante los días de verano, un pequeño esfuerzo siempre tiene su recompensa. Y es que las 72 rampas de la Torre del Reloj no se recorren en vano. Eso lo saben los turistas y gaditanos que han visitado la recién inaugurada Torre del Levante, que ha permanecido cerrada al público durante 50 años.
Pero más de cincuenta años tiene de historia, porque hay que remontarse hasta principios del siglo XVIII para entender sus comienzos, ya que es en 1721 cuando Vicente Acero empieza el proyecto de construir una nueva catedral.
Como verdadero artista adelantado a las modas de su tiempo, las decisiones de Acero no fueron bien acogidas por querer cimentar ambas torres por encima de un canal.Pero el tiempo le dio la razón al arquitecto porque el resultado es el que se puede contemplar tanto por fuera como por dentro: un edificio que recuerda que el arte es eterno.
El nombre de la torre se debe a al reloj que se introdujo en ella a mediados del siglo XIX. Fue realizado por el maestro relojero José Miguel de Zugasti, en una fundición de acero, bronce y madera. Es uno de los relojes más antiguos de España y marcó el ritmo del tiempo gaditano hasta que en los años sesenta cayó en desuso. Gracias al trabajo de la Escuela Politécnica Superior de Algeciras y a la colaboración del Equipo de Relojería Monumental del Campo de Gibraltar, los visitantes pueden observar una muestra del reloj restaurado y hacer una parada para descansar.
La luz muestra su eco a través de los ventanales que se disponen en muchas de las rampas. Cualquier curioso que se asome por las ventanas, empieza a descubrir algunas de las vistas que se encontrará al final del recorrido. Solo hay que superar la pereza de subir cinco escalones de más, para dejarse sorprender por la majestuosidad de la catedral.
La tradición y la modernidad se unen en un solo golpe de vista, a través de otro de los ventanales, que permite descubrir el casi terminado puente de Cádiz. Y será casualidad o necesidad, pero los pilones de este puente también tienen un marcado carácter vertical como las torres miradores que reinan en esta ciudad.
"¿Queda mucho?¿Seguro que vale la pena?", son algunas de las preguntas que se hace el visitante medio sofocado por el ejercicio de subir 40 metros sin ascensor.
Pero el ejercicio vale la pena o mejor dicho, la alegría, porque cuando se llega a lo alto, se escucha una exclamación proclamada en un lenguaje que parece universal: "wow".
Murmullos en distintos idiomas, provenientes de la variedad de turistas que deciden hacer de Cádiz su destino de vacaciones, vienen a decir lo mismo:el asombro por la belleza nunca muere. Serán las vistas, será lo imponente de la Catedral barroca o la necesidad de inmortalizar el momento con una batería infinita de selfies, lo que hacen que el recorrido se convierta en una imagen archivada como un recuerdo de postal.
"Visitar la Torre del Reloj ofrece la posibilidad de ver Cádiz desde arriba, con la misma precisión que la de un callejero de ciudad", afirma Javier, uno de los empleados de la Torre del Reloj, que nunca deja de sorprenderse por la reacción de los visitantes, porque "ninguno se va indiferente."
Será el alivio de "auparse hacia arriba" y descubrir que hay lugares en los que se puede entender lo que en su día sentenció Da Vinci: "la belleza perece en la vida pero es inmortal en el arte".
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