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Bienestar social

Caballeros Hospitalarios de Cádiz hace sitio en su albergue a las mujeres sin hogar

Uno de los dos dormitorios de la zona de mujeres del albergue de Caballeros Hospitalarios

Uno de los dos dormitorios de la zona de mujeres del albergue de Caballeros Hospitalarios / Lourdes de Vicente

Dice José María Gómez que cuando llegó hace cuatro años a la presidencia de Caballeros Hospitalarios de Cádiz tenía “la espinita clavada en el corazón” de que las mujeres sin hogar no pudieran acceder al albergue que la institución tiene en su sede de la calle Benjumeda desde el año 1992. Así, junto con su junta directiva, se puso manos a la obra y “posiblemente a finales de octubre” ya estarán disponibles los dos dormitorios, con cuatro plazas destinadas a señoras, que se sitúan en la última planta del edificio.

Una zona rehabilitada, cómoda y con acceso exclusivo que cuenta también con dos baños privados reformados enteros y cocina que Gómez, junto a Laureano Cano, caballero hospitalario; Francisco Vivas, vicevisitador general y Ramón Medel, visitador general, muestran a este periódico durante un recorrido donde, en primer lugar, agradecen la colaboración del arquitecto Víctor Gómez, hacedor del proyecto de rehabilitación y bienhechor de Caballeros Hospitalarios, y del Consejo Local de Hermandades y Cofradías de Cádiz que con 10.000 euros de su fondo solidario ha financiado la mayor parte de la obra, cuyo presupuesto completa la propia institución.

“Cuando en su día se puso en marcha el albergue sólo estaba pensado para hombres, con dormitorios corridos, varias literas en cada uno, aseos también corridos... El caso es que hablamos de un colectivo, el de las personas sin hogar, que tiene diferentes problemáticas importantes y patologías de todo tipo, que en la calle, además se ven más agravadas. Así, mezclar hombres y mujeres, con las circunstancias estructurales del edificio, podía suponer un problema”, disculpa los antecedentes el presidente que, toda vez que fue conociendo de primera mano todas las partes de la finca, se dio cuenta “de que había habitaciones que no se tocaban y a las que le podíamos sacar partido”, recuerda.

Una imagen de uno de los dos cuartos de baño para señoras del albergue de Caballeros Hospitalarios. Una imagen de uno de los dos cuartos de baño para señoras del albergue de Caballeros Hospitalarios.

Una imagen de uno de los dos cuartos de baño para señoras del albergue de Caballeros Hospitalarios. / Lourdes de Vicente

Concretamente, Gómez se refiere a unos almacenes de la última planta, donde también se sitúan las estancias del voluntario guarda de la entidad, que son las que finalmente, gracias al trabajo de Víctor Gómez y de este propio voluntario, se han habilitado. Además, se ha mantenido la cocina que existía en ese piso pero los antiguos aseos “se tiraron y se han hecho unos nuevos, aseos del siglo XXI ya”, nos enseña en la visita a una planta que tiene la ventaja de estar “independiente del albergue masculino” y que cuenta “con su propia llave, al igual que los aseos que también tienen y se les facilitará,” para que las mujeres “estén tranquilas y cómodas”, asegura.

De esta forma, toda vez que se retiraron “los enseres que no servían” y que el Consejo de Hermandades, “por petición de la Archicofradía del Carmen Coronada, que fue la que presentó la propuesta”, aceptó “por unanimidad” apoyar el proyecto, comenzó la obra sobre los planos de Víctor Gómez, “que vino a durar como un mes y medio”.

Después, gracias a donaciones particulares y de alguna institución, se colocaron los muebles de segunda mano pero en muy buen estado que motivan que la palabra dignidad se le queda pequeña al resultado del trabajo. Por habitación, dos camas individuales, un ropero de buenas dimensiones, un televisor, una mesa con sillas... “También cuando lleguen se les dará un albornoz nuevo para que puedan ir de la ducha a las habitaciones”, separadas por apenas unos pocos metros en el mismo pasillo.

La cocina de la planta destinada a las mujeres sin hogar del albergue de Caballeros Hospitalarios. La cocina de la planta destinada a las mujeres sin hogar del albergue de Caballeros Hospitalarios.

La cocina de la planta destinada a las mujeres sin hogar del albergue de Caballeros Hospitalarios. / Lourdes de Vicente

Un pasillo en el que también se encuentra una amplia estancia donde está situado el ropero en el que Caballeros Hospitalarios almacenan las diferentes donaciones de prendas de ropa que hacen sus miembros y particulares. “Esto también está disponible para los usuarios del albergue”, suman.

Así todo está listo en la calle Benjumeda, sólo queda terminar de perfilar “el protocolo de admisión” y, por supuesto, que lleguen las alberguistas. Eso sí, accederán de manera diferente a los usuarios del albergue masculino, que aspiran a su plaza por orden de llegada. “Para las mujeres vamos a actuar en colaboración con Asuntos Sociales del Ayuntamiento. Son ellos los que nos enviarán a las personas idóneas, siempre del colectivo de mujeres sin hogar, porque pensamos que otros colectivos pues tienen ya otros tipos de ayuda”, avanza el presidente de Caballeros Hospitalarios que precisa que podrán estar en el albergue “con máximo un mes” aunque siempre se estudiarán “los casos individualmente”. “Como con el albergue masculino, nuestra filosofía es que mientras haya camas se pueden quedar. Pero si tienen que llegar otra usuaria pues se deberá ir la más antigua”, relata.

Una vista de la planta independiente donde se sitúan los dormitorios de las mujeres del albergue de Caballeros Hospitalarios. Una vista de la planta independiente donde se sitúan los dormitorios de las mujeres del albergue de Caballeros Hospitalarios.

Una vista de la planta independiente donde se sitúan los dormitorios de las mujeres del albergue de Caballeros Hospitalarios. / Lourdes de Vicente

En cuanto a la estancia, “las mujeres tendrán lo mismo que los demás, ni más, ni menos”, reseña José María Gómez en referencia “a los artículos de aseo, el desayuno y un tentempié por la noche” que es lo que, además de la pernoctación, ofrece el albergue de Caballeros Hospitalarios. Pero con una diferencia, ellas se lo tendrán que preparar. “Como los usuarios hombres son muchos pues lo prepara un voluntario y comen en la sala central pero ellas tendrán a su disposición la cocina propia de su planta, y todo lo necesario en el frigorífico para prepararse el desayuno y el tentempié”, apunta el presidente que señala también dos preceptos más de admisión que ya están decididos: “Tienen la obligación de hacerse la cama y de ducharse antes de dormir”.

Caballeros Hospitalarios le han hecho sitio a las mujeres sin hogar. Y, la verdad, no cualquier sitio.

El Museo de la Casa de Socorro, un guiño al origen de la institución

Parte del 'museo' de la Casa de Socorro de los Caballeros Hospitalarios en la calle Benjumeda. Parte del 'museo' de la Casa de Socorro de los Caballeros Hospitalarios en la calle Benjumeda.

Parte del 'museo' de la Casa de Socorro de los Caballeros Hospitalarios en la calle Benjumeda. / Lourdes de Vicente

Además del albergue masculino, y muy pronto el albergue para mujeres sin hogar, el número 11 de la calle Benjumeda guarda una modesta joya, una sorpresa, por así decirlo. Se trata de un pequeño museo en homenaje a la Casa Socorro a la que en origen se dedicaron los Caballeros Hospitalarios y que ocupaba, efectivamente, este mismo edificio.

Las antiguas fotografías de las paredes de la Casa Socorro evidencian el interés por los enseres que se conservan en esta habitación situada en la planta intermedia del inmueble. Una vieja mesa de operaciones, el potro donde las mujeres daban a luz, un antiguo peso para bebés, fórceps de todo tipo, un gran mueble dividido en pequeños cajones donde se guardaba la medicación..., es más, todavía se conservan pomadas y colirios...

Detalle del mueble del 'museo' de la Casa del Socorro de los Caballeros Hospitalarios. Detalle del mueble del 'museo' de la Casa del Socorro de los Caballeros Hospitalarios.

Detalle del mueble del 'museo' de la Casa del Socorro de los Caballeros Hospitalarios. / Lourdes de Vicente

Los años cincuenta y sesenta nos tienden una emboscada a través de muchos de estos objetos que nos hablan de que en esa Casa de Socorro se pasaban desde consultas regulares, hasta se hacían cirugías menores o se atendían partos. “Hay gente que pasa por la puerta y nos dicen, aquí me pusieron a mí las vacunas o aquí me curaron de una pedrada... Pues cuando le enseñamos esta habitación se quedan boquiabiertos...”, asegura el presidente.

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