"En Benin los jóvenes deben elegir estudiar o comer, y eligen estudiar"
El religioso, que ha sido director de los centros de Cádiz, Triana y Huelva, ha decidido acabar su vida en la misión que la orden tiene en el país africano, porque "allí está la verdadera riqueza"
A Francisco Vázquez, salesiano y misionero en Benin, se le acercó un día uno de los jóvenes que estudian en el centro para decirle que quería ser salesiano. "Le pregunté que para qué, y él me contestó que para anunciar a Jesucristo. Yo le dije entonces que para eso no hacía falta ser salesiano, que se hiciera párroco, y entonces me replicó que para ayudar a los pobres, y le dije que no era eso tampoco: ser salesiano es dedicar tu vida a los jóvenes, procurar que se puedan ganar la vida honradamente y que sean buenos cristianos". Será por eso, y seguro que por algo más, que Francisco Vázquez, que ha sido director de los colegios de Salesianos en Cádiz, Triana y Huelva, ha decidido, a los 70 años, acabar sus días en África, entre la humedad y el sudor, pero sobre todo entre los jóvenes, procurando enseñarles a ser, según su creencia, "honrados ciudadanos". Ha estado de vacaciones, se le ha manifestado aquí la malaria, la ha pasado y se ha vuelto a África.
-Trabajan ustedes en un medio muy peligroso.
-Bueno, de los siete países en los que estamos los salesianos, el más tranquilo, el más estable es Benin, donde estoy yo ahora. Los demás están casi en guerra constante, pero normalmente decimos "don Bosco, don Bosco", y es casi un salvoconducto, sobre todo en Benin, que saben que nuestra labor es recoger los chicos del mercado, que no tienen a nadie, darle una vivienda, la posibilidad de comer y, sobre todo, de aprender un oficio.
-Pues por aquí aún tenemos que preguntar dónde está Benin.
-Está en pleno ecuador, en esa especie de panza de África que los portugueses llamaron la Costa de los Esclavos. Es un país que tiene las mismas horas de día que de noche; sólo hay dos estaciones en el año: la estación de calor y la de mucho calor. Está justo al lado de Ghana, de Togo, de ese monstruo que es Nigeria, enorme y ensangrentado por guerras.
-Que no es el caso de Benin.
-No, y por eso nosotros siempre le decimos a nuestros chavales que hay que pedir por que haya paz, la única manera de que el país se desarrolle, y de que quizá algún día África se una, y entonces prosperará.
-¿Cómo se mete usted en ese berenjenal?
-Yo fui por primera vez a África por razones de gobierno. Era el inspector provincial de Andalucía, y como teníamos casa allí no tenía más remedio que ir. Iba con mis temores (mi predecesor murió de una enfermedad contraída allí) y mi desconocimiento.
-¿Qué descubrió?
-Allí se me cayeron los palos del sombrajo. Todos, todos. Cuando ví esos mercados llenos de moscas, esos niños llevando pesos imposibles, las mujeres allí todo el día para vender Dios sabe qué y a quién... se acaba lo de pensar en cuadrar presupuestos, y ya la única decisión es rebañar todo lo posible de todos lados para mandarlo allí.
-Y decide usted quedarse.
-Claro, es que se queda una cosa que se llama 'el venenillo de África'. Yo iba dos meses al año, aprovechaba las vacaciones. Se me quedó un deseo de que querría terminar mi vida allí. Así que cuando terminé mis seis años como director en Triana, le dije al provincial de Sevilla que me quería ir a África.
-¿A los 70 años?
-Claro, yo le dije como un ultimátum que o lo hacía entonces o ya no lo hacía. Y me he ido... y estoy mucho más contento de lo que estaba aquí.
-¿Por qué razón?
-Esa es la pregunta que me hacen todos. Pero yo les pregunto a su vez ¿dónde están los ricos y dónde los pobres? Mire (saca un sobre con decenas de fotos): estos son nuestros chicos, hombres hechos y derechos.
-¿Ellos son su razón?
-Mire, los chavales quieren venir para acá. Y yo les digo: allí no vais a aprender nada bueno, tenéis que quedaros y promocionar vuestro país, porque vosotros sois ricos. Y de verdad que lo son: tienen un sentido religioso de la vida que aquí se ha perdido, lo más importante para ellos es Dios, con el nombre de Alá o de Gran Padre, lo más importante son los ancianos.
-Y usted ya es mayor desde luego.
-Eso es, y la autoridad que tengo allí es mi experiencia, la sagesse, es decir la sabiduría. Luego, son personas agradecidas, cariñosas... Cuando ven al salesiano que ha escogido como opción ayudarles, los chavales... te quieren, las misas se llenan, no les entra en la cabeza ser católicos y acudir a la iglesia.
-O sea, que usted también se siente amado.
-¡Bueeenooo! Mire, hace poco me preguntaron que cuándo volvería para quedarme ya en España. Y yo les dije: "No, yo he venido aquí para morirme con vosotros". Y me abrazaron, "oh mon pére, mon pére". El contraste con nuestro mundo es total. Nuestros jóvenes pasan de todo, tienen de todo, han perdido todos los valores, lo único importante es el dinero. La gente sacrifica todo lo importante para tener dinero. Y todo para llegar al final metido en una residencia, cuando tus hijos venden el piso y se quedan con el dinero que has ahorrado. Ya no existen esos valores que se han tenido en otros momentos, que se tenían en mi infancia, en aquella Triana, de pobreza pero con valores.
-¿Y la riqueza?
-Bueno, ellos quieren promocionarse, como es normal. Y quieren ir a Don Bosco, porque tenemos ya un prestigio. Pero saben que tienen que pagar, porque los ingresos son las cuotas de los alumnos. Ellos lo saben, y muchas veces tienen que elegir entre comer o estudiar, y prefieren estudiar. Entonces, cuando yo veo esa disposición, lo tengo claro: ¡a esta gente hay que ayudarla!
-Realmente, es un mundo completamente distinto.
-Totalmente. Aquí hemos creado una sociedad que no se puede sostener, que tiene que reventar por algún lado. Allí los jóvenes aprovechan los fines de semana para estudiar y trabajar.
-Pero también se ven muchas manifestaciones de la maldad del ser humano.
-Bueno, yo digo una frase que a muchos puede molestar: "Cuando veo a un hombre blanco, me pongo negro". Normalmente, casi todos van a engañarlos y a sacar de ellos el mayor dinero posible. He conocido auténticos sinvergüenzas, y alguno que venía diciendo que era salesiano, y al final lo que hacía era tener a un montón de gente trabajando por la comida, para forrarse.
También te puede interesar
Lo último
Regístrate para recibir este boletín quincenal que abundará en una idea de la que se habla poco: tener críos puede ser muy divertido.
Contenido ofrecido por CEU en Andalucía