Viajar en verano es de tiesos. Por Fernando Santiago
VIAJAR EN VERANO ES DE TIESOS
No sé a quién se le puede ocurrir irse por ahí con la que está cayendo, para hacer colas interminables, no poder comer a la hora que acostumbras, sudar como un marrano, cuidarte de una insolación, soportar bullas, tener que refugiarte en el hotel para huir de la muchedumbre y la calor. La gente de categoría viajamos en otoño y en primavera , y si acaso en invierno hacia el sur o a ver auroras boreales. Quitemos a los docentes de la ecuación, que no pueden elegir otra estación del año a cambio de tener dos meses de vacaciones, vaya lo uno por lo otro. Y si hubiera que irse en verano, al menos a Noruega, Groenlandia, Alaska, las Islas Lofoten o las Svalbard, sitios así, fresquitos, donde no peguen los 40 grados, que al final España se ha convertido en una Écija a lo grande, qué tiempos aquellos en los que se hablaba de La Sartén de Andalucía. Me dan hasta pena todos los sevillanos(bueno, hay uno de Dos Hermanas no me da mucha pena) y los madrileños que vienen por Cádiz en la creencia de que la brisa nocturna nos permitirá dormir , hay unas playas maravillosas de arena blanca donde uno se refresca durante el día y chiringuitos donde comer “pescaíto frito” como dicen los sevillanos. Ese paquete completo de tópicos gaditanos de El Palmar, el Novo, el Manteca, Costa Ballena, las puestas de sol con rayo verde incluido, las marujas en La Caleta qué grassia hay en Cai que no se pué aguantá, antes de la devastación podíamos incluir Zahara y Tarifa en el paquete. Desde aquí os lo digo a todos los que os habéis gastado una pasta en montar hoteles y restaurantes en la provincia: en poco tiempo no va a venir a Cádiz ni dios, con esta calor insoportable a ver quién es el valiente que se viene por Cádiz, cada vez más cerca del Sahara y más lejos de Estocolmo. La gente tomará decisiones inteligentes: hacerse fuerte en su casa, apagar el móvil para que nadie quiera quedar con uno, llevar a cabo un acopio de víveres e incluso poner unos sacos terreros en la puerta para que no llegue nadie con una botella de vino y una sonrisa afilada. Un verano feliz con aire acondicionado , tirarse al suelo de la risa al ver las playas abarrotadas de pobres criaturas que han decidido sufrir de verdad con la peregrina idea de presumir ante sus amigos de que han viajado al paraíso cuando como en la casa de uno no se está en ningún lado, hogar dulce hogar. Ya llegará el otoño y podremos salir los que nos hemos refugiado en nuestras casas a disfrutar de la tranquilidad, con menos calor y menos gente , los niños al cole y los pensionistas a los balnearios .
Fernando Santiago
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