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Cuarto de Muestras

Qué lugares

Qué otra cosa es un bar que un brochazo de compañía para desenvolver la vida

Acaban de abrir un negocio frente al lugar en el que trabajo. Desde la ventana observo el ritmo frenético con el que ultiman las obras. Cómo, cada día, apremiados por el tiempo, los operarios llegan antes y se van más tarde; cómo, desde el fondo del local, van terminando los detalles y aproximándose a la puerta; cómo, permanecen las luces encendidas y los andamios, las escaleras y los cables lo invaden todo; cómo, furgonetas y camiones se montan en la acera para descargar el mobiliario y las plantas más variadas y, cómo, finalmente, llegan, uno tras otro, los proveedores para abastecer al local antes de la apertura. Parecían legiones de un ejército de hormigas obreras aprovisionando un refugio habitable. Qué otra cosa debiera ser un bar que eso, un refugio habitable ante las contingencias del tiempo y de la vida.

De vez en cuando el dueño o encargado, como una hormiga reina, se asoma a la puerta teléfono en mano. Va y viene con andar nervioso por los preparativos o por algún contratiempo que, desde donde yo me encuentro apostada, es imposible adivinar. Hasta los últimos días han cubierto la entrada con un gran plástico oscuro que hace las veces de cortinón para hurtar de la mirada de curiosos lo que está pasando dentro. A pesar de esa precaria intimidad, algún paseante fisgón, desplaza un poco la colgadura improvisada para asomarse al interior y poder dar la primicia del nuevo establecimiento. Qué otra cosa se hace en un bar que saciar un poco la curiosidad propia y la ajena descorriendo nuestros propios pestillos.

En vísperas de la inauguración, faltando aparentemente nada, pero, en realidad, mucho, abrieron la cancela de la puerta para ir más rápido y poder desembarcar los últimos detalles con rapidez. Parecía envuelto todo en celofán, con el brillo tornasolado del sol que iba entrando y los nervios y las prisas y los errores de última hora y las improvisaciones y el ruido gozoso que da siempre desenvolver algo nuevo. Qué otra cosa es un bar que un brochazo de compañía para desenvolver la vida.

Me fui el viernes del despacho con tarea y sin dejar de mirar por la ventana. A sabiendas de que cuando volviera el lunes me encontraría el nuevo establecimiento abierto de par en par con la ilusión de todo lo que empieza. Qué otra cosa es un bar sino la esperanza del que acude a él a mirar y a leer este periódico desde el que les doy charla. Ah, claro, y a tomar algo.

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