Hace años, cuando era presidente del PNV, Xabier Arzallus deslizó una maldad contra la cúpula de ETA en una entrevista. Relataba uno de sus encuentros con jefes de la banda y dijo que la conversación se produjo en castellano. Alguno no hablaba euskera y otro sólo lo chapurreaba. Esto le parecía fatal al patrón del Partido Nacionalista, autor de una frase antológica: "Prefiero a un negro negro que hable euskera a un blanco que no lo hable". Para que luego digan que los nacionalistas son racistas... En ETA hubo dirigentes con limpios apellidos castellanos, como Flores, Moreno o Paredes que sonaban a maquetos de escaso pedigrí.

Pujol era menos mirado. La sentencia del caso Bosman, en 1995, estableció que los jugadores comunitarios tenían que ser considerados nacionales en cualquier país de la UE. Al president se le preguntó en Bruselas si veía al Barça con 11 irlandeses y contestó que no, porque eran muy malos, pero no le importaría con 11 holandeses. Nada racial, aunque este tipo de inmigrantes nunca ha estado mal visto en el fútbol. Para la Generalitat es distinto; sólo dos presidentes, un Fernández y un Montilla, se salen de la lista de apellidos catalanes.

El otro día en el Parlament los diputados de Ciudadanos, PSC y PP abandonaron el pleno antes de la votación de la ley del referéndum. Al salir, los del Partido Popular dejaron sobre sus escaños unas banderas de Cataluña y España. Y una diputada del Podemos catalán, de apellido Martínez, se apresuró a quitar las españolas de allí. Dijo que esa bandera fue impuesta por las armas y que su padre luchó en la Guerra por la República. Es un argumento. Otro es que en Podemos pesa mucho el afán de protagonismo y no pudo la mujer dejar que esta hazaña contra la bandera constitucional se la pisara ningún otro.

Hay apellidos que en determinadas situaciones parecen más obligados a la radicalización. Carod Rovira, que fue jefe de Esquerra, protagonizó un berrinche asiático en un programa de televisión cuando una señora le llamó José Luis. Dijo que él se llamaba Josep Lluis allí y en la China popular. El hecho de que fuese hijo de aragonés parecía exigirle más, al pobre.

Hay otros casos más notorios en ERC. Gabriel Rufián es hijo y nieto de andaluces de Alcaudete (Jaén) y Turón (Granada). Su frase de guerra favorita es "soy charnego, castellanoparlante e independentista" y se pone como ejemplo de la derrota de los unionistas y la victoria de los hispanoescépticos. Otro nombre sonoro que sirve de broche a esta historia de ocho apellidos castellanos es el de Jordi Sànchez. Sustituyó a Carme Forcadell como presidente de la Asamblea Nacional de Cataluña, principal fuerza de choque del soberanismo y columna vertebral de su acción en la calle. Puede que el apellido no le acompañe, lo que acrecienta su fervor. Qué lástima de todo esto.

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