Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Michelines

De todos estos lugares se sale con hambre. Por lo que me cobran ahí podría estar comiendo un mes en otro sitio

Dice Arcadi Espada que a un restaurante de categoría, con estrellas Michelín, no hay que ir a comer, se va como el que va a un museo, incluso para apreciar la coreografía de los camareros que atienden las mesas. Yo, sin ir más lejos, no soporto ese tipo de lugares, tengan una o tres estrellas, incluso los que se afanan en el postureo para ver si alcanzan el galardón. Ir a un sitio donde te cobran 300 euros el menú degustación con vino es de masoquistas. Digo más: basta que te hablen de “menú degustación” para saber que te van a asaltar la cartera o te van a romper la tarjeta. El dueño de Aponiente es un ejemplo claro de vendedores de humo, su comida no vale ná pero tiene algún guionista de categoría porque lo que se le da bien es eso que ahora llaman “el relato”, mucha literatura y poca sustancia. De todos estos lugares se sale con hambre, salí una vez del Kabuki y tuve que ir a comprarme un dulce porque después de soltar una pasta me había quedado a verlas venir. Se ve que no tengo paladar, aparte de ser abstemio, por lo que el problema lo debo tener yo. Prefiero la Venta Melchor o la Venta Esteban antes que el garito de Ángel León, que queda muy bien en eso de la economía azul que se ha celebrado con tanto éxito estos días, incluso en las fotos con sus colegas estrellados, todos con la chaquetilla blanca, se vende de categoría pero no se lo aconsejo a nadie , no solo por el clavazo, sino porque se pasa hambre. Le han dado una estrella a un sitio que se llama Tohqa o algo así, deben estar contentos, que cada uno es cada uno con sus cadaunadas, no tengo el placer así que no puedo hablar. En realidad a mí no me gustan Ciclo, Mare, Contraseña, Código de Barra ni ningún lugar de esa naturaleza. Por lo que me cobran ahí podría estar comiendo un mes en otro sitio. Prefiero los lugares de Raúl Cueto, el Terraza, El Anteojo, La Chancha, Cumbres Mayores, Rafael o una casa de comidas como El Labra. No tienen rollo, se limitan a ponerte de comer con eficacia y dignidad, sin marcarse un pegote. Uno queda a comer con los amigos para hacer vida social, pero aspira a salir satisfecho sin arruinarse. En Aponiente no se come, encima te dejan tieso. Mucho rollo, mucha economía azul, mucha “tripulación” para decir que el producto de esta temporada es el agua, según ha contado en lo de Incubazul. Yo más bien diría que el producto estrella de Ángel León desde hace años es el aire, o más bien el humo, especialidad de la casa: lleva vendiendo humo la tira. El día que Ferrá Adriá empezó a revolucionar la cocina con pamplinas no sabía que se iba a hacer realidad aquello de “bienaventurados mis imitadores porque de ellos serán mis defectos”. Atentos, que todo es susceptible de empeorar. Guarden ustedes las carteras .

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