Concluyó el FIT con la representación en el Falla de El cartógrafo de Juan Mayorga, con Blanca Portillo y José Luis García-Pérez. Sobre un escenario minimalista e hipnótico (negro y rojo más la luz blanca que va dirigiendo la acción y la mirada) Mayorga conjuga con gran economía dos historias en dos tiempos: en 1940, un anciano judío traza un mapa de Varsovia con la ayuda de su nieta; en la enfermedad, ella es sus piernas y sus ojos. En 2016, la esposa de un diplomático español destinado a Varsovia da con unas fotos de gentes y lugares que ya no existen, y con la leyenda del cartógrafo y la niña. Esto la lleva a intentar reconstruir una geografía borrada y a buscar a una niña que quizá nunca salió del gueto, o no pudo volver, o acaso nunca fue más que metáfora. El cartógrafo tiene la fuerza de las parábolas sabias y emocionantes. Plantea que el teatro es siempre respuesta a una pregunta; que en el centro de lo que se representa siempre hay algo irrepresentable (la muerte, el holocausto); que acaso no tengamos derecho a (re)presentar como espectáculo lo que otros vivieron como horror real; que trazar un mapa es seleccionar lo que se escoge y silenciar lo desechado; que la escala que se aplica no es neutral; que un mapa es un compromiso, porque es uno quien decide lo que debe ser visto y recordado y lo que no. Con solo dos actores en un espacio reducido el espectador cambia de lugares, de épocas, de conflictos, de identidades, sin solución de continuidad y sin perder nunca el hilo, como si se tratase de un viaje iniciático donde el protagonista es siempre uno mismo en busca de una clave perdida en el pasado. Cada uno de los miembros del matrimonio de españoles del 2016 traza con una tiza en el suelo la silueta del otro, acurrucado en posición fetal. Quieren ver el esquema de su cuerpo, prefigurar el perfil que dejarán a la memoria o al olvido. Dos formas que acotan el vacío con un espacio de intersección. Qué difícil es escoger sabiendo que una afirmación supone una negación. Y qué apropiada esta reflexión justo ahora, cuando una voluntad minoritaria e irracional pone en jaque un proyecto que quiso ser un sueño grande, respetuoso e inclusivo.

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