Análisis

Rafael Duarte

Sensación térmica

La sensación térmica trasladada así a la vida social es desasosegadora

El frío es el galón del general Invierno. El frío es, también, generador de cobardías y de calentamientos locales, y cuando dicen eso de la sensación térmica, me imagino a un catador de frío, en una altura de cofa, diciendo lo que siente y lo que hace. Como imagino al inspector de nubes o al político sin piedad. La sensación térmica trasladada así a la vida social es desasosegadora, por las frías relaciones que percibimos, por los pámpanos de mala milk, por los rencores y resentimientos y cobardías, de gente que solo navega alrededor de su barriga y busca y daña, qué horror, para sentirse realizado. Meninas de melenón, sosas de minufrá, ciegos de Antequera, demasiadas carátulas para una misma ciénaga y que llamo genios sin cartera, que ellos también se sufren. Pero también hay fríos de ánimo. Termómetros de envidia, celo y odio que esterilizan, desecan, hielan.

Por eso, prefiero rescatar curiosidades o mirar cuadros de Güela o de Pepiño, o decir, rasgo luminoso, o violín o alma, porque el alma sometida a la impiedad no es alma ni voz. Bueno voz sí, si es la de Liset, Eli que cuando roza la pena la voz le sale reliada de dentro, tocada de ronco y plata, esa voz que en la lágrima no miente, y alza el cante a sus cimas.

En las tímidas ramas denudas de mis discretos arbolillos, un mosquitero silbador, cantaor de sí mismo, pone su tono glauco donde las hojas beberían su verde. Y entonces, pienso en "cítaras de pluma", "violín que vuela", "inquieta lira", "pautas de voz y color", tópicos escogidos por Góngora, Tirso o Calderón, que los sin cartera aún usan, al que opuso Quevedo su por qué no llamaban a la flauta "ruiseñor de palo", o "luciente fulgor esquivo" al relámpago. Metáforas ya catacresis que criticaban entre ellos hace ya cuatro siglos.

También criticaban "jazmines confusos", (piel) "aves sin alma" (hojas muertas), "cristal fugitivo" (arroyos) todas metáforas puras, cuando hoy casi nadie las tiene, "enemiga del día" (noche), "estrellas fragrantes" (jazmín). Casi todas de Góngora, Lope, Quevedo o Tirso de Molina. Y como algunos hacen, plagium habemus.

A todo esto, incidían Lope y Calderón en la relación establecida entre la poesía, la pintura y la música. (Hoy cuasi destruida por los genios sin cartera, y las musas patidifusas).Miro al patio, en un árbol, una corola de plumas, un "ramillete cantor", una "flor volante", lucha contra la sensación térmica verdadera y la sensación térmica cultural… (Liset canta de fondo, en mi cabeza, con su voz arañada de silencios, esa vocecilla que crece u sube como la yedra o un oleaje de tonos).

Cerremos esta reflexión con Tirso de Molina en la Santa Juana, donde los pastores cantan: "Labios de amapola/pechos de jazmín/carrillos de rosa/hechas de alhelí/ dientes de piñones/y aliento de anís/. Más tópicos actuales juntos no caben. Pedro de Espinosa editó una novela, El perro y la calentura, en Cádiz, (1625), "Evita voces vulgares, malsonantes, humildes, sin decoro y sin gala"… ¿Para qué? Paragüeros…y no es errata.

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