Estoy sorprendido por la inteligencia que muestran los habitantes de esta ciudad menguante que es La Isla. En las últimas semanas y meses la Policía ha desarticulado varias bandas de delincuentes dedicados a la estafa por internet, radicados entre nosotros . Entre los detenidos se encuentra incluso una madre esforzada en dar ejemplo a sus hijos, que se han mostrado como aventajados discípulos en el arte del engaño a los demás.

Está visto que disposición y capacidad no faltan en esta tierra. Da miedo del bueno imaginar siquiera lo que seríamos capaces de hacer y el grado de progreso que alcanzaríamos si los numerosos descubiertos en delito hubieran dedicado sus habilidades al provecho de la sociedad. San Fernando sería la envidia de Silicon Valley (‘Islicon’ podría ser en cañaílla), los institutos técnicos y las universidades punteras se pelearían por radicarse aquí o por fichar a los nativos de pueblo tan prolífico en materia gris. Ahora sólo podemos aspirar a que se interesen por nosotros los herederos de Al Capone o Gescartera.

Estaría bien poder reeducar a estos vecinos tan destacados, redirigir su probada inventiva hacia fines más loables, pero quién es capaz de lograrlo, teniendo en cuenta cómo paga el sindicato del crimen y comparándolo con como lo hace el mal cuidador servicio público.

En esta situación es aún más descorazonadora. Nunca un buen sueldo podrá igualar la compensación desorbitada que proporciona la comisión de este tipo de delitos. Desde luego, esta realidad explicaría la inaudita abundancia de coches de alta gama en una ciudad que no destaca por su renta oficial per cápita.

Podemos estar tranquilos, no obstante. En cualquier momento se producirá el milagro, y, con un poco de suerte y si prosperan, estos integrantes del hampa tornarán sus malas intenciones y se convertirán, como tantos otros, en benefactores de la sociedad. Igual hasta florecen las fundaciones benéficas. El futuro no es tan malo amigos. Tengamos un poco de paciencia.