Cultura

Madrid, de ferias

Pieza de Juan Muñoz.

Pieza de Juan Muñoz.

La jubilación docente ha permitido que este año pudiera acudir los primeros días a las distintas citas artísticas que convoca Madrid cada febrero; días de menos agobios, proclives a una contemplación mucho más directa y sin la contaminación visual que producen las aglomeraciones.

Por cercanía con el hotel comenzamos nuestra andadura en el Centro Cibeles donde, un año más, se presentaba ART MADRID que parece haber encontrado un buen sitio después de ese desapasionante periplo por varios espacios sin hallar una ubicación estable y acertada. Es la Feria que dirige Alberto Cornejo Alcaraz un encuentro de galerías muy abarcable, sin las estridencias, divismos y pamplinas que aparecen, con demasiada asiduidad, en ARCO; por otra parte, es una Feria que tampoco debe compararse con lo que ocurre en el Campo de las Naciones. Se trata de un acontecimiento distinto en el que, a veces, como hemos visto en esta ocasión, encontramos con muchos aciertos, felices situaciones expositivas y obras de manifiesta calidad dentro de los 35 stands presentes que ocupan los espacios acristalados de este céntrico edificio. Con ese ánimo afrontamos la visita a un ART MADRID al que, en una primera observación, nos pareció que ofrecía más calidad que en ediciones anteriores y con sensatos argumentos en la selección. La contemplación detenida así nos lo constató.

Si algo depara, casi siempre, ART MADRID es que las banales experimentaciones, muchas veces, realizadas para acaparar una atención mediática, antes que con una verdadera enjundia creativa, que se dan en otros lados, aquí, brillan por su ausencia; lo que sirve, sobre todo, para no distraer. Además, las argumentaciones sólidas de buena factura y rigor compositivo están presentes en la mayoría de los stands; sobresaliendo muy buenas piezas de pintura, escultura y fotografía realizadas, no obstante, con claros criterios de contemporaneidad.

Varios momentos de inusitada trascendencia artística, pues, nos hemos encontrado en los calurosísimos espacios del Centro Cibeles - la señora Carmena debe ser tremendamente friolera-. Grabados de Manolo Valdés, de indiscutible calidad, sobre todo, el aguafuerte Perfil en la galería Contemporánea de Madrid, así como el titulado Tetera en Benlliure, de Valencia; galería esta que presentaba, además, un espléndido stand con Bacon, Carmen Calvo, Esteban Vicente, Luis Feito y Fernando Zóbel. En la barcelonesa Marc Calzada se disponían interesantes Tapies de la época matérica, un par de buenos Sauras y unos excelentes objetos de Joan Miró. Junto a todo esto nos interesó, sobremanera, muchas obras esparcidas por bastantes galerías: muy interesantes, como siempre, las obras de Juan Ángel González de la Calle; sobre todo, su apasionante retrato de una mujer oriental y sus características de rotunda descontextualización representativa; el pintor jerezano compartía el espacio de la Galería Estampa de Madrid con muy afortunadas piezas de Norberto Gil y ese sentido racional de los interiores. Correctísimos y brillando con luz propia las técnicas mixtas y las pequeñas esculturas del portuense Daniel Sueiras en Moret Art de la Coruña. También sobresalían las obras de Rafa Macarrón, Pablo y Juan Genovés, David Morago y Herminio en Aurora Vigil-Escalera de Gijón, en donde se exponía, también, la obra del andaluz Ismael Lagares de mucha contundencia plástica a la manera del pintor Fabian Marcaccio. Sugestivos, felices y tremendamente festivos los dibujos de Eva Armisen en Periférica de Lisboa y de gran contención interpretativa y fuerte personalidad los Gonzalo Sicre en La Aurora de Murcia; galería que, también, acogía unos buenos y contundentes Ángel Haro.

Son algunos retazos de los muy acertados planteamientos expositivos que hemos encontrado en esta decimosegunda edición de ART MADRID; una Feria que va haciéndose mayor con sensatos criterios.

Desde su nacimiento el proyecto JUSTMAD levantó las máximas expectativas. Su modelo de Feria destinada a los nuevos valores, hacía esperar muchas buenas situaciones para ver a qué debíamos atenernos en el arte más novedoso y qué era lo que ofrecían estos artistas de nuevo cuño. Muy poco, sin embargo, ha aportado; los consabidos argumentos vendidos como lo máximo de la nueva vanguardia, algunos venidos de fuera que ya están casi olvidados por poco juiciosos y por sus escasa luces creativas, se vuelven a hacer presente en una Feria, creo, que con asuntos no excesivamente edificantes. Claro que, entre tanto caos, entre tanto experimento baldío -es descorazonador ver cómo algunas instituciones educativas que quieren jugar a ser modernas se presentan como creadoras de proyectos ultimísimos que no ofrecen si no patéticas actuaciones vacías de contenido y de esencia artística - aparecen luces esclarecedoras, acciones sustancialmente sustentadas con criterio, razón y justicia creativa.

Muy buenos los dibujos de Mar Hernández impresos sobre soportes ink-jet, vistos en la galería White Noise de Roma; extraordinario, como siempre, un Jesús Zurita marca de la casa - honor y gloria al rojo soberano de este artistas- en Gema Llamazares de Gijón. Especialísimas las fotografías africanas de Isabel Muñoz en Blanca Berlín de Madrid. Rigurosidad en todo lo presentado por My Name's Lolita, con obras de Illán Argüelles, Teresa Moro, Gonzalo Sicre y un espectacular Paco Pomet. Sigue siendo, esta, una galería de primerísima fila. También me parecieron dignas de ser mencionados los dibujos de Iago Eirios en Iskoo Espacio de Lugo, así como las Geometrías Concéntricas sobre papel rasgado y pegado sobre tela del sevillano Fernando Daza. Y finalmente el gran proyecto expositivo titulado THE SHOT, una experiencia nueva - ese debía ser el camino lógico en una Feria como esta- en la que se intenta provocar la unión de todos los sectores del arte, con objeto de conseguir una absoluta dinamización de todo lo artístico. El proyecto lo llevan a cabo José Ignacio Rodríguez, Jaime Infantes, Álvaro Bilbao, Daniel Guerra y Jaime Jurado y se ha presentado con la obra del jerezano Nacho Estudillo, protagonista absoluto de un stand lleno de sentido, criterio y dimensión artística, que nos posiciona ante Francotirador, un proyecto creativo que reflexiona sobre la realidad del proceso artístico, sobre el arte en general y la pintura en particular, generando obras que actúan, dentro de su individualidad, como un ejercicio totalitario. Junto a ellas Nacho Estudillo presentaba un extraordinario paisaje que fue adquirido por la todopoderosa Fundación Masaveu.

El año pasado nació este proyecto de miniferia dedicada al dibujo. Los grandes eventos que se viven en Madrid cada febrero necesitaba un espacio que diera la verdadera importancia que el dibujo tiene en el contexto general del arte. Fue aquella una experiencia tremendamente significativa y, este año, era lógico que tuviera su continuación. En la céntrica calle Velázquez se presenta este acontecimiento que vuelve, en esta segunda edición, a plantear las mismas excelentes expectativas con las que nació.

Galerías españolas de profunda tradición, Siboney de Santander, Magda Bellotti de Madrid, Trinta de Santiago de Compostela, Gema Llamazares de Gijón, entre otras, junto a un buen ramillete de galería extranjeras, italianas principalmente, constituyen un conjunto de veintiún stands en los que hemos encontrado obras de muchísimo calado artístico y suma importancia en una tendencia que, pese a quien le peses, es fundamental en la estructura constitutiva de la pintura y como estamento artístico propio.

De gran potencia creativa son los espléndidos dibujos de Ángeles Agrela en el stand marbellí de Yusto Giner; la gran Eva Lootz nos convence, una vez más, con una serie a rotulador en la gallega Trinta, compartiendo el espacio con la, también, esclarecedora Pamen Pereira. Muy buenos los dibujos de naturaleza abstracta de Manuel Caeiro en la galería portuguesa Carlos Carvalho de Évora. Sutiliza absoluta en la composición muy de cómic de Laurina Paperina en el stand italiano Martina's Gallery. Espléndida en continente y contenido la serie fabulada sobre los hechos de los partisanos de Ericailcane, presente en D406 de Módena. Muy festivos los papeles de Enrico Tealdi en Bi-Box, también galería italiana. Extraordinarios los dibujos de la granadina Irene González, en Silvestre de Madrid, con ellos la joven artista nos sitúa en unos parámetros realistas de poderosa estructuración y contundente línea argumental. Para completar este recorrido por el dibujo los vibrantes y coloristas del gaditano Alejandro Botubol, en el lisboeta Centro Difusor de Arte.

Dentro de los escuetos espacios en los que se presenta esta Feria del Dibujo Contemporáneo hemos asistido al esplendor de una realidad artística que, lejos de sucumbir, está más que viva y plantea diáfanos estamentos en un arte necesitado de muy buenos proyectos como este Drawing Room que dirige Mónica Álvarez Careaga.

Cada edición de esta Feria, una de las más importantes que existen en el mundo, se piensa que ARCO ha tocado techo, que ha perdido mucho de su primer encanto y que cada edición es una copia mala de la anterior. Puede que todo tenga su parte de verdad, pero todos los años volvemos porque, sobre todo, tenemos que estar.

El primer recorrido ofreció muy buenas sensaciones. Los stands manifestaban nitidez y con las ofertas rocambolescas de otras veces, en claro destierro. La pintura, lo mismo que la escultura y la fotografía, era pintura de verdad -lo mismo que la escultura y la fotografía-. Manifiestamente la sensatez imponía sus razones y nos encontramos con una Feria promoviendo piezas de verdadera entidad y no elementos elitistas poco convincentes para coleccionistas ricos, desinformados y snobs. Las galerías de toda la vida -Juana de Aizpuru, Elvira González, Helga de Alvear, Elba Benítez, Guillermo de Osma, Leandro Navarro, Carles Taché, Estrany de la Mota, Pelaires, Rafael Ortiz, Espacio Mínimo, por citar algunas de sólo de entre las españolas- cubrían las expectativas con lo mejor de cada casa. Las nuevas no sucumbían a la superflua cohetería y las rigurosas mantenían sus criterios de seriedad. Los buenos aficionados lo agradecían. Las miradas asumían tan buenas proposiciones llenas de verdadero sentido artístico.

Este crítico de arte, viejo consumidor de ARCO desde el principio y poco convencido, cuando no desencantado, recuperaba la fe en una Feria que ofrecía auténticos argumentos. La lista de los artistas con piezas a tener en cuenta sería larga. Nombrar sólo unos pocos que han quedado impregnados en la memoria. Joan Ponc (Aural, de Barcelona), Miguel Ángel Tornero (Juan Silio, de Santander), Jacques Lipchtz, Joan Miró, Esteban Vicente y Modest Cuixart (Marc Domenech, de Barcelona), Juan Navarro Baldeweg (Miguel Marcos), Jon Oh (Marc Strauss, de Nueva York), Isaque Pinheiro (Mario Sequeira, de Braga), Juan Hidalgo (Adora Calvo, de Salamanca), Rosa Brun y Pablo Palazuelo (Miguel Fernández Brasso, de Madrid), José Guerrero, MP & Mp Rosado, Alejandra Laviada, François Boucher y Jorge Yeregui (Alarcón Criado, de Sevilla), Anthony Caro (Álvaro Alcázar, de Madrid), Miki Ldeal ( F2, de Madrid), Marta Fernández Calvo y Elena Alonso (Espacio Valverde, de Madrid), Xul Solar ( Jorge Mara La Ruche, de Buenos Aires), Marina Núñez, José Manuel Ballester y Jaume Plensa (Pilar Serra, de Madrid ), Antonio Montalvo a quien se le había otorgado el Premio Solan de Cabras en Espacio Mínimo, de Madrid, Jannis Kounellis (Bo Bjerggoard, de Copenhague), El Equipo 57 y Norman Morales (Rafael Ortiz, de Sevilla) y, así, muchísimas propuestas que abren los horizontes y nos hacen seguir convirtiendo febrero en un lugar para arquear.

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