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Juan Antonio Villarreal

Reivindicación de la utopía

LA vida está llena de tópicos. Algunos nacieron con la literatura clásica, productos de las plumas de escritores tan insignes como Ovidio o Virgilio. De ahí que se les identifique bajo una etiqueta escrita en esa lengua que llaman muerta y que, prácticamente, ha desaparecido de nuestros planes de enseñanza: El tiempo vuela (tempus fugit), hay que disfrutar el presente (carpe diem), no es más feliz quien más tiene (beatus ille), hay que vivir con moderación (aurea mediocritas) y algunos otros que completarían esta relación de ideas comunes y recurrentes que han llegado hasta nosotros y que aceptamos sin más, como pequeños dogmas laicos que rigen y gobiernan nuestra cotidianeidad.

Otros tópicos han ido apareciendo con el transcurrir de nuestra existencia y se han ido agregando a esta nómina. Se trata de tópicos menos literarios, nacidos de la filosofía popular y, a veces, formulados en forma de refrán: el tiempo todo lo cura, no hay mal que cien años dure, nadie se muere por nadie...

Hoy día podemos comprobar el fenómeno de ver cómo una serie de tópicos están experimentando una importante revalorización. Me refiero a aquellos que hacen referencia a la situación política y social: los políticos sólo piensan en sus intereses, esto no hay quien lo cambie, la justicia favorece a los poderosos, el mundo siempre ha sido así. Todos ellos con el denominador común de estar cargados de un pesimismo y de un fatalismo, probablemente heredados de nuestros antepasados griegos y de nuestros ocho siglos de convivencia con la cultura árabe.

Frente a esta actitud pasiva y conformista, que acepta como inevitable el fracaso y que tiene en la resignación su modelo de conducta, yo quiero rescatar el valor de la utopía, el derecho y el deber de trabajar para conseguir un mundo más humano y más justo en el que la prioridad fundamental sea alcanzar la dignidad de cada una de las personas que lo habitan.

Redefinir la palabra utopía para que, como hace el Diccionario de la Academia de la Lengua, cambie su significado de "plan, proyecto, doctrina o sistema halagüeño, pero irrealizable" tal y como aparece recogido en su edición decimonovena, por el que verá la luz en la edición vigésimo tercera, de próxima publicación: "plan, proyecto, doctrina o sistema deseable que parece de muy difícil realización".

La utopía no es un sueño, una quimera o una ilusión. Es un objetivo que cumplir, una meta que alcanzar, una cumbre que escalar, sabiendo de la dificultad de la empresa, pero siendo conocedores también de que el esfuerzo no será baldío.

El mundo puede ser mejor, la sociedad puede ser más justa, el hombre puede ser más humano. Sólo hay que creer en la utopía, porque creer en ella es creer en la esperanza.

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