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La cornucopia

Gonzalo Figueroa

Triste intemperancia

Me incomoda juzgar negativamente determinadas actuaciones de la alcaldesa Teófila Martínez, porque comprendo que, como toda autoridad, está sometida a duras tensiones. No obstante, la desmesura a que suelen llegar algunas intervenciones, tanto de la primera edil como de sus concejales, no me permite admitirlas sin un mínimo reproche.

No reproduciré aquí los pormenores del último Pleno, ya que han sido profusamente difundidos por los medios. En este Diario, la excelente crónica de Melchor Mateo, publicada el cinco del presente, describe objetivamente lo ocurrido, y donde la regidora llegó, sin base legal alguna, a pedir "la dimisión" del portavoz socialista Rafael Román, quien justificó más tarde su indignación, porque "cada cuatro o cinco meses hay que montar un cirio para que lo respeten a uno como persona".

Esta actitud de la Sra. Martínez viene de antiguo. Repasando su historial, pueden resumirse sus conductas así: 1) tiene la virtud de convertir los plenos en mítines; 2) restringe los turnos a la oposición e interrumpe a sus propios concejales para "compartirlos", empleando el tiempo a su libre arbitrio; 3) si ella no interviene, autoriza a sus concejales para descalificar a la oposición, lo que en el pasado, quizás, acelerara la renuncia anticipada de sus representantes. Pero Rafael Román sigue en la brecha, lo que hace de él todo un ejemplo de coherencia y seriedad; 4) el objetivo de estos cortes casi nunca se destinan a tratar los problemas de la ciudad, pues suele emplearlos para arremeter contra Zapatero, Chaves, Griñán y, cómo no, Rafael Román, a quien ya denostaba cuando era presidente de la Diputación, no obstante que durante el ejercicio de dicho cargo, este último tuvo siempre un comportamiento respetuoso en la conducción de los debates, limitando sus intervenciones a lo estrictamente necesario. Para confirmar estos comportamientos de la alcaldesa, basta releer un artículo que el conocido periodista Fernando Pérez Monguió publicó en "El País" de 7.05.02, donde reproduce alrededor de 50 calificativos que ella ya empleaba entonces contra sus adversarios, tales como "ruin, despreciable, animal, tiburón, cobarde, miserable, etc." (sic).

Creo que la alcaldesa no debería olvidar su obligación de mostrar respeto y cortesía hacia el jefe y demás componentes de la oposición municipal. De lo contrario, podría hacerse acreedora de la máxima acuñada hace muchos años por el político norteamericano Adlai Stevenson: "Cuando la munición política se rebaja, inevitablemente entra en acción la oxidada artillería del abuso".

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