Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

La gran tribulación

CONTABA don Antonio Alcalá Galiano que, en el Cádiz de las Cortes, el espectáculo político ocupaba por entero la vida de la ciudad y sus gentes. Cuando acababan las sesiones, se abría una sesión de comentarios por todas partes, de manera que "escaso tiempo quedaba para entretenimiento puramente literario. No estaba totalmente olvidado el trabajo del espíritu, pero trabajaba influyendo en él las circunstancias y conforme a lo que recibía era lo que daba, de manera que el matiz político, siempre subido, con frecuencia cubriéndolo todo, daba su color a todas las producciones del ingenio".

La cita (recogida por Jiménez Lozano) me llama la atención por dos razones: el color local y la coincidencia temporal. ¿No estamos como nuestros tatarabuelos de las Cortes, sin hablar de otra cosa que del hemiciclo? Creemos que escribimos impelidos por la rabiosa actualidad… y repetimos lo de hace doscientos años.

Claro que si la alternativa es "un entretenimiento puramente literario" o -más de ahora- el deporte-espectáculo, los programas del corazón o los realities, casi mejor la política. ¿Incluso mejor que el entretenimiento puramente literario? Pues sí, porque si algo no puede ser la literatura es un entretenimiento.

Para entretenerse, la política de Cortes y confección de pactos hace el papel. Decía Ramón Gaya que podía llevarse una corbata fea, pero sabiéndolo. Es lógico que el interés de la opinión se centre en la constitución o no de un nuevo gobierno porque da margen para opinar, justamente, y para especular y para apostar, incluso. Tendríamos que hacerlo, sin embargo, sin olvidar que lo importante ocurre en otros lugares.

En Yemen, donde han matado a cuatro monjas de la orden de santa Teresa de Calcuta. El reguero de mártires en oriente está alcanzando, entre una fría y suicida indiferencia occidental, el nivel de la gran tribulación del que habla el Apocalipsis. Entre las muchas ausencias del debate, ya señaladas aquí, también está que alguien se levante y proclame que hay que formar gobierno ya porque el mundo necesita que España aporte su granito de arena para evitar o paliar tantos disparates y horrores como pueda. Sería, como mínimo, un homenaje al espíritu de don Quijote y todo lo contrario a un entretenimiento libresco. Si no lo propone nadie, no es por la vergüenza de sonar grandilocuente ni tan siquiera por miedo a comprometernos, ojalá. Es porque no les importa.

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