Su propio afán

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Rajoy salvaría a Sánchez

ESTÁN tendiéndole a Sánchez una celada de libro, naturalmente los de su propio partido. Tan de libro que quien la explica mejor es Jorge Manrique: "No mirando nuestro daño,/ corremos a rienda suelta/ sin parar;/desque vemos el engaño/ y queremos dar la vuelta,/ no hay lugar". Así va Sánchez, desbocado hacia un pacto imposible con Podemos, engolosinado con una presidencia que es un señuelo. Los, digamos, "suyos" le cierran la posibilidad de entenderse con el PP y lo espolean a pactar con Iglesias, pero poniéndole condiciones que éste no aceptará. Cuando Sánchez quiera dar la vuelta, verá que, en efecto, no ha lugar. Habrá que ir a nuevas elecciones y él no será el candidato.

Alguien debería explicarle la trampa. Y la que supondría para el PSOE un pacto con Podemos, auténtico abrazo del oso electoral. Y aconsejarle realismo. Lo mejor para el PSOE sería abstenerse a cambio de significativas medidas que puedan venderse al electorado. Pero lo mejor para él sería entrar de ministro en un gobierno de coalición.

Antes habría que desengañarle. No va a llegar a más, ni aunque llegase. Si lograse formar un gobierno, sería un gobierno en tenguerengue, en el que Sánchez haría de muñeco del pim-pam-pum entre sus barones y sus socios de Podemos. Sobreviviría poco y mal, en el mejor de los casos.

Pero imaginemos que exige por sorpresa dos o tres ministerios a cambio de un apoyo a Rajoy por responsabilidad institucional. Él se aseguraría un logro en su currículum, que ser ministro no es moco de pavo. Y más: al tocar poder y repartir ministerios y secretarías, se consolidaría una parroquia en su partido. Y se amarraría una estabilidad por cuatro años.

En el PSOE habría una conmoción brutal, sin duda, pero sería la que él habría creado, no la que le están montando por la espalda. Seguramente, el partido presentaría otro candidato a las próximas elecciones, como, por otra parte, ya tiene pensado hacer. Ahora Sánchez tendría la iniciativa, y la gran excusa de la gobernabilidad. Ganaría un prestigio centroeuropeo. Y cabría que desde su ministerio (pongamos Fomento) hiciese una gestión mediática que le reconvirtiese en un líder con algunas opciones.

Sánchez tiene que elegir entre las celadas y los dragones de Juegos de tronos, serie sangrienta donde las haya; o los equilibrios de Borgen, a menudo más audaces y siempre más inteligentes. Yo le propongo Borgen, pero no me hará ni caso.

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