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Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Barrigón en Chichiriviche

U STEDES que conservan la línea y guardan su peso ideal, no tendrán una sensibilidad tan fina. Para mí ha sido muy llamativo el aluvión de insultos a la barriga del etarra Ignacio de Juana Chaos, reencarnado (y tanto que reencarnado) en tabernero de Chichiriviche. El barrigón está ahí, sin duda ¿pero es tan importante? Los comentarios despectivos han sido multitudinarios. Lo cual me parece más significativo que la tripa en sí.

Esos insultos, desde mi óptica (y mi cintura), demuestran la obsesión social por la delgadez. Lo de "gordo" ha sido la glosa espontánea y masiva a la foto, como si una barriga fuese un estigma moral o una vergüenza autosuficiente. Luego nos extrañamos de las patologías alimentarias, pero no dejamos de juzgar a la gente por la báscula. En cuanto nos relajamos un poco, el subconsciente deja sentir su peso ¿Quién me iba a decir que tendría una solidaridad, siquiera anecdótica, con un etarra?

Esos comentarios denotan, además, un agudo infantilismo. Entretenerse tanto en la gordura de un asesino en serie, de un criminal repugnante es una actitud de patio de colegio, como llamar cuatro ojos a uno con gafas sin más ni más. Los insultos son insulsos siempre y las bromas sólo valen si son ingeniosas. Llamar "gordo" a un gordo, por muy ídem que te caiga, no es ninguna genialidad. Al insulto lo salva, como a todo, la gracia. No se debe bromear con los apellidos, por ejemplo, pero quién se resiste si uno de los imputados por el caso de las tarjetas black se llama Moral y Santín. Cuando novios, sus padres se dirían a la luz de la luna: "¡Qué hijos tan requetebuenos vamos a tener!" Y era el consejero nombrado por Izquierda Unida, encima, así que también recordamos la supuesta superioridad Moral, precisamente, de la izquierda. Con la barriga de De Juana cabe alguna broma (en la barriga, de hecho, caben varias), pero sólo si elaboradas. La sospecha de que se haya comido al desaparecido Monedero está bien. Sí caben en esa barriga, en cambio, grandes indignaciones, porque una curva de la felicidad así de peraltada indica que el asesino no padece muchos cargos de conciencia.

La indignación es otro asunto. Pero tanto desprecio a la barriga en cuanto barriga está de más. Y nos distrae de lo grave: ¿cómo lo ha encontrado una periodista y no la policía española o la interpol? Y eso que debe de ser bastante complicado esconderse con tamaño tripón, por cierto.

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