Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Laurel y rosas

Juan CArlos Rodríguez

Bajo las dunas de la loma del Puerco

Hay rincones, espacios, paisajes que contagian a quien lo transita de trascendencia. De la certeza de hallarse en un lugar privilegiado, que te concede a la vez paz y euforia. Cada uno tiene el suyo, o los suyos. Ahora, cuando el frío se cierne casi irreversible sobre nosotros, es aún mayor el privilegio de pasear por una playa de La Barrosa desértica, al pie de un oleaje más voraz y sonoro que en el verano. De entre todas las posibilidades que los kilómetros de playa otorga, particularmente, la Loma del Puerco ofrece, sin duda, una de las vistas más espectaculares de la playa, que, por sí misma, explica su singularidad desde un punto de vista estratégico o de vigilancia de la costa. Aún con el desarrollo hotelero del entorno, es uno de esos parajes en el que el tiempo se detiene, entre las sabinas, los mirtos, las santolinas, las retamas, los lentiscos, las jaras y los enebros del frente litoral.

La Torre del Puerco, la abandonada casa-cuartel, el Parque Periurbano de La Barrosa forman parte de un escenario de extraordinario interés histórico, habitado y asociado a la actividad pesquera, al menos hace 1.400 años a. C. Mucho, afortunadamente, se ha escrito del capítulo fundamental en la historia de la Guerra de la Independencia, que se desarrolló en este espacio singular: la batalla de 5 de marzo de 1811. La Junta de Andalucía lo incluyó como "Sitio histórico" vinculado a la Constitución de 1812, inscrito en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz con fecha 29 de febrero de 2012. Poco se sabe, sin embargo, de los restos que, cuando aún era la loma propiedad de Campano, seguían apareciendo: restos de caballos, de armamento… Huellas de las más de tres mil quinientas víctimas de una batalla que los británicos guardan en su historia militar con letras doradas, que dio nombre de "Barossa" a una extraordinaria región vitivinícola de Australia, entre otras múltiples reconocimientos.

El torreón ya existía cuando Luis Bravo de Laguna, comisionado por Felipe II, llegó a Andalucía en 1577 para rehacer y reorganizar las defensas de las costas y escribió al Rey que "todo esto está lleno de navíos enemigos", en referencia a los temidos piratas berberiscos.

En la construcción de la Torre del Puerco se emplearon para su construcción materiales romanos, como ladrillos, tégulas y restos de cocción de alfares del siglo I-II d. C., entre otros elementos constructivos. En el entorno inmediato de la torre-vigía se han hallado en sucesivas excavaciones, a partir de la realizada en 1991 por Francisco Giles Pacheco y Rita Benítez Mota, conjuntos líticos -tallado de piedra- del Pleistoceno Medio-Superior, un poblamiento del Cobre, una industria alfarera romana del siglo I-II d. C. y evidencias de poblamientos en diversas épocas modernas, como evidencia el hallazgo de un horno, probablemente, romano pero reconstruido en época andalusí.

Incluidos en la "Base de datos del Patrimonio Inmueble de Andalucía", todos estos elementos -además de una pequeña necrópolis datada en la Edad del Bronce, fechada por carbono 14 en el 1380 a. C.-, están hoy ocultos bajo las dunas. Y confirman que nos hallamos ante un espacio habitado desde hace más de tres mil años, sin duda, por sus características propicias para la pesca, pero también por sus peculiaridades de avistamiento de la costa.

La Torre del Puerco se suma así a los abundantes asentamientos de época romana que jalonan el litoral gaditano, vinculada indudablemente a la rica actividad de salazones y a la privilegiada situación geográfica, que además le sitúan cerca de la vía Heráclea. Otros investigadores, como Francisco Cavilla Sánchez-Molero, han establecido una continuidad en las explotaciones pesqueras en la loma del Puerco que confirman la existencia en el periodo andalusí de una almadraba, a partir de hallazgos subacuáticos de materiales cerámicos musulmanes que se fechan desde el siglo IX al XIII.

De la casa cuartel de la Guardia Civil -que ha servido de escenario, incluso, a alguna novela, como "La fábrica de árboles", de Miguel Gilaranz- poco se sabe, sin embargo. Es un edificio que, si bien en sí mismo tiene escaso valor arquitectónico, se adapta perfectamente a la cima del acantilado, casi camuflándose en el entorno, y es parte indisociable del paisaje que los chiclaneros de hoy hemos conocido. Construida a finales del siglo XIX o principios del siglo XX, fue destinada a alojar a las familias del Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras, cuerpo armado suprimido en 1940 por Franco ante su "lealtad republicana".

Sus funciones de vigía de la costa y protección de las fronteras, las recibió entonces la Guardia Civil. Gilaranz habla en su novela de que, durante la posguerra, acogía hasta a seis familias. Lo que es indudable es que es testigo de un escenario arqueológico, histórico y medioambiental de máximo interés. Porque, además del parque periurbano, es el punto de observación más importante en Europa de la espátula común (Limes Platalea).

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