Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

El pan y las tortas

TODAS las encuestas sobre las próximas elecciones andaluzas coinciden en señalar que el PSOE será el partido más votado, pero que no alcanzará la mayoría absoluta. Y que no podrá repetir pacto con Izquierda Unida. No por los sentimientos heridos tras la ruptura unilateral, que los sentimientos -cuando se trata de poder- no pesan lo que el humo. Será por una cuestión de números. Esto lleva a muchos analistas a considerar que Susana Díaz ha hecho un pan como unas tortas. Ha renunciado a un año de estabilidad para jugarse, primero, el prestigio (ay de ella, como no gane) y para tirar después la gobernabilidad de Andalucía.

Susana Díaz puede ser osada, como la Khaleesi; pero tonta, no. ¿Se ha precipitado, presa del pánico a Podemos, por un lado, y a la recuperación económica del PP, por otro? ¿Ha huido hacia delante? No la creo tan aturullada. Ni pienso que esto sea la prueba evidente de que planea, una vez legitimada por las urnas, dar el salto a Madrid, dejando Andalucía como una jaula de grillos.

A costa de entrar en terrenos de ingeniería política, cabe ir más allá. Desde luego, es imposible que el equipo de la presidenta no haya sopesado todas las posibilidades. Y las más probables son que, para conformar mayorías estables, tenga que pactar o con Podemos o con el PP. Creo que de ambas situaciones resultarían grandes ventajas para Susana Díaz. No olvidemos que ella tendría la sartén por el mango, al ser el PSOE-A el partido más votado. Ésta es la clave, la diferencia fundamental con la situación de Pedro Sánchez.

Si Susana pactase con Podemos, le daría el abrazo del oso y lo neutralizaría, como ha hecho con IU. Podemos quedaría como un partido más de la casta y ella sería universalmente aclamada como la domadora de dragones. Si no, siempre podría pactar con el PP. No haría falta ninguna gran coalición, bastarían acuerdos parlamentarios. El PP se vería forzado para cerrar el paso a Podemos, por coherencia con su gran argumento político: el miedo cerval al populismo. Susana enviaría una imagen de moderación y un torpedo submarino a las pretensiones de Pedro Sánchez, cuyo discurso opositor quedaría tocado y hundido. Díaz podría cumplir su mandato andaluz con la seguridad de que el fracaso de Sánchez (al que habría contribuido maquiavélicamente) le dará su oportunidad en las generales en cuatro años. Con las tortas entre unos y otros, Susana puede zamparse el pan.

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