De poco un todo

enrique / garcía / mÁiquez /

Arriba, abajo, arriba...

QUÉ uena pareja hacen el verano y sus terrazas. Deliciosas para almorzar, cenar, tomar el aperitivo, una copa, otra copa, otra, etc. Y más si se levanta un viento fresco de poniente. Lo malo es que uno tiene que levantarse también. Sin parar. El verano concentra a amigos, conocidos y saludados en esos lugares de esparcimiento. Quizá en espacios más amplios algunos evitasen el saludo con ágiles fintas y miradas al infinito (que ya nos conocemos), pero en la terraza no queda más remedio que el abrazo y el dale que te pego a la alegría de verte.

Todos, levantándonos. Arriba, abajo, arriba; un, dos, tres... Uno no debe besar con un bolo en el carrillo, ni hablar; ni hablar, quiero decir, con la boca llena; así que hay que engullir de golpe el bocado que teníamos en proceso, con lo malo que es eso para la digestión. La conversación con nuestros comensales queda abajo, sobre el mantel, tirada. Luego, tras los saludos de rigor, hay que volver a sentarse -tratando de evitar ese clásico rodillazo fatal a la mesa- y retomar, si se puede, los perdidos hilos de la conversación, del refrigerio, del descanso, de la tranquilidad... Hasta el próximo saludo, inminente.

Tanto amor acabará con nosotros. ¿Y si en terrazas y restaurantes de verano imponemos una nueva norma de urbanidad que nos invite a saludarnos con cariño, sí, de lejos, con una leve inclinación de cabeza y una sonrisa? A la entrada o a la salida, ya podemos darnos todas las palmadas en la espalda que sean menester y preguntarnos qué tal y hacer votos para vernos más y llamarnos mañana y eso; pero entre todos podríamos mantener un cerco de respeto hacia la comida y la bebida que son, se bendiga o no la mesa, sagradas.

Las ventajas serían innumerables. Éste es un artículo de utilidad pública. Acabaríamos antes, con lo que en el chiringuito aumentaría la rotación de clientes; cortaríamos por lo sano el peligro de que a cualquiera se le escape un "Que aproveche"; comeríamos caliente; masticaríamos mejor, hablaríamos de algo; no llegaríamos agotados a los postres, derrengados, desorientados...

Cierto que el ejercicio físico resulta inmejorable, de tanto levantarse de la mesa, tirando de bíceps y de abdominales. Se compaginan así las dos fuerzas del universo, el Gym y el Ñam, como decía un motivado el otro día en Twitter. Yo, sin embargo, soy muy poco oriental, lo reconozco. Me inclino más por el Ñam, como se nota.

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