De poco un todo

enrique / garcía / mÁiquez /

Aspa de Borgoña

Lo más iluminador sobre la proclamación de Felipe VI ha sido una broma. Según José Antonio Montano, Felipe estudió en Georgetown y ellos escriben en JotDown, de modo que tan diferentes no son. Estuve de inmediato de acuerdo. Es JotDown una joven y exquisita revista cultural donde publica el neoprogresismo ilustrado. En sentido muy amplio, la comparación resulta muy precisa. Tras el discurso del rey -con su regodeo generacional y sus guiños a la ejemplaridad-, más. La crítica de Arcadi Espada, referente de JotDown, al discurso fue… la del maestro que exige. Significativamente, la de El País rezumó despecho. En todo caso, el rey tiene un aire de familia con esa intelectualidad pragmática, hedónica, esteticista y cosmopolita, nada nacionalista, que sabe defender el Estado con un discurso paralelo al tradicional, con el que no se toca ni en el infinito.

Este regeneracionismo 2.0 es de lo más interesante del panorama y encuentra eco político en UPyD y C's. Yo escribo desde la otra línea de la paralela, pero aún así me alegraría bastante si el augurio sale cierto, y Felipe VI se mece al menos en la aliteración anglófona, de Georgetown a JotDown, y aledaños.

Sin dejar de lamentar, a la vez, que la derecha esté resultando incapaz de renovarse con esa agilidad y autocrítica, a pesar de los encomiables esfuerzos de un Ruiz Quintano o de un Esparza. De haberlo hecho, tal vez podría haber dejado alguna huella en el discurso real o en las ceremonias. Ojalá, por ejemplo, la salvación del aspa de Borgoña que Felipe VI ha tachado de su pendón real con dos trazos ligeros. Felipe el Hermoso trajo el aspa o cruz de San Andrés y desde entonces ha acompañado a España por tierra, mar y aire a los cuatro confines del mundo. Ondea, como reconocimiento del pasado hispánico, en Puerto Rico, en Alabama y Florida, en Valdivia, en algún rincón de los Países Bajos... Sería bochornoso si la hubiesen quitado, junto al yugo y las flechas de Ysabel y Fernando, en el ejercicio de una memoria histórica que no alcanza más allá de los años 30. Ay, de los Tercios Viejos de Flandes, tan olvidados...

La integridad territorial y política de España es fundamental, por supuesto; pero también hay una unidad con la historia y otra en el espíritu que nadie como el rey ha de sostener y simbolizar. Me temo que esto, los que lo pensamos y sentimos, no hemos sido capaces ni de explicarlo ni de transmitirlo.

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