DE POCO UN TODO

Enrique / García-Máiquez

El pasmo de Pontevedra

HAY que reconocerlo: con el debate nominalista (¿rescate bancario o de España o intervención o inyección o vacuna o ayuda financiera o éxito gubernamental o bla bla bla?), Rajoy nos ha desconcertado del todo a todos. Los que le afean las nieblas terminológicas, los caracoleos dialécticos y los regates retóricos, qué querían que hiciera, ¿ponerse a tocar uno de los claros clarines del Apocalipsis? Ha tratado de que no cunda el pánico y, por mucho que nos metamos con su política de comunicación, hay que reconocer que, con la ayuda de fútbol y del magistral Nadal, le ha salido la jugada medio bien. Pánico no se ha visto.

Y en cambio sí se ve el pasmo. Nos ha dejado mudos. Los que ya habíamos aprendido qué era la prima de riesgo y su peligro, andamos ahora desconcertados, porque el Gobierno no ha dado explicaciones, sino divagaciones. De pronto, cuando más se tenía que estar hablando de economía, estamos todos palpablemente perplejos, preguntándonos qué decir y, lo que es peor, a qué atenernos. Rajoy ha conseguido que no sepamos si bajamos o subimos por la escalera en la que estamos. Teniendo en cuenta que es probable que estemos despeñándonos por ella, no deja de tener su mérito el gallego.

Y eso es bueno por dos razones. Primero, porque el miedo es lo más peligroso en estas situaciones. Y segundo, porque nos fuerza a reenfocar nuestras conversaciones a lo microecómico, que es lo nuestro: a los afanes de cada día, a los trabajos y a los ocios que nos van quedando. En un artículo reciente, llamaba la atención sobre el peligro de que la macroeconomía y la crisis financiera se convirtiesen en las grandes distracciones del español medio, como si no tuviésemos de sobra -para dar y regalar- con el fútbol.

Como soy un convencido de que la inteligencia humana puede con todo y de que la verdad acaba siempre abriéndose paso, más pronto que tarde terminaremos por entender bien el alcance real y las consecuencias a medio y largo plazo que tendrá el último movimiento europeo. Y qué nombre le cuadraba en realidad más, si rescate, intervención, línea de crédito o ayuda. Y cuáles habrán de ser nuestras contrapartidas. Pero estos días de extraña calma y de desconcierto en las tertulias radiofónicas y, en consecuencia, en las tertulias en las barras de las cafeterías, se agradecen. El titubeo y el pasmo también imperan en la Bolsa y en la prima de riesgo, así que tampoco hace falta que nos consideramos más pueblerinos que nadie por un intermedio dubitativo. Aprovechémoslo sin demasiado cargo de conciencia, que ya nos embestirán las vacas flacas, que, por lo visto, también son bravas.

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