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Manuel González Jiménez

Alfonso X, poeta profano

DURANTE la Edad Media, buena parte de la poesía lírica tuvo como primeros destinatarios las cortes de reyes y príncipes. Así fue, desde luego, en la Península Ibérica desde, por lo menos, el siglo XI hasta el final del Medievo. Baste recordar algunos nombres de monarcas cuyas cortes fueron centro de atracción de poetas y juglares, y poetas ellos mismos, como Al-Mutamid de Sevilla, Alfonso II de Aragón, Alfonso X el Sabio y D. Dinís de Portugal. Vamos a hablar del más famoso de todos ellos, Alfonso el Sabio, que fue, sin duda, el más universal de todos los monarcas españoles de la Edad Media.

Alfonso el Sabio se educó en una corte muy severa, la de su padre Fernando III el Santo, sin embargo, a pesar de la sobriedad tradicional de la corte castellana, en ella habían hecho ya aparición los poetas gallegos y portugueses, a quienes, según refiere el propio Alfonso X, el rey Santo gustaba de escuchar.

Alfonso X ha pasado a la historia, entre otras cosas, como el rey-poeta, el juglar de Santa María, a la que dedicó el más impresionante conjunto de poemas sagrados de toda la Edad Media europea: las Cantigas de Santa María, que integran nada menos que cuatro centenares largos de cantigas, ilustradas y musicadas. Sus autores fueron, además del propio monarca, los mismos trovadores que frecuentaban la corte del rey y que con él competían en rimar y versificar sobre los temas típicos de la juglaría: las canciones de amor, las de denuesto, los poemas satíricos, hechos para provocar la risa o para poner en ridículo a un determinado personaje o grupo social.

Alfonso X también escribió poesía profana. En los diversos cancioneros gallego-portugueses se le atribuyen 44 cantigas de temática profana, en las que están representados algunos de los géneros del cancionero tradicional gallego- portugués. A juzgar por esta muestra -sin duda incompleta- de la obra poética del Rey Sabio, hay que concluir que no sólo dominó a la perfección las técnicas de los trovadores de su tiempo, sino que, por el contenido mismo de sus poemas, fue también un extraordinario poeta. Recuérdese lo que a este respecto escribía el gran historiador holandés Jean Huizinga: " Ver a un poeta medieval componer los himnos más piadosos y luego versos profanos y obscenos [...] es todavía menos que en un poeta moderno razón bastante para atribuir estos productos a hipotéticos periodos de mundanalidad y arrepentimiento. Hay que aceptar la contradicción que nos parece casi imposible". Según Juan Paredes, de la Universidad de Granada, esta "mezcla de lo erótico y lo religioso fue un fenómeno que se dio en la poesía goliárdica de toda Europa occidental" y, por ello, "la coexistencia de lo lírico y satírico se configura como uno de los rasgos fundamentales de la lírica gallego-portuguesa".

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