Madres añosas somos casi todas
botón de muestra
Madre añosa.
Todas las madres añosas le agradecemos a Emma Thompson la popularización del término.
Hablaba con una conocida que va a inaugurar pronto tan glorioso título, trazando patrones comunes en esto de la maternidad tardía. Uno, inherente, es el miedo. De hecho, si pasas de los 40 al quedarte embarazada, ya computas automáticamente como embarazo de riesgo. Y no es un club exclusivo, el de las añosas: no sólo España es uno de los países con más madres primerizas a partir de los 40, sino que el hecho mismo de tener niños ha sumado una década desde la generación de las abuelas (es más común estrenarse en la paternidad pasando los 35 que pasando los 25).
Si a la definición de alto riesgo le sumamos maternidad primeriza, el resultado es obvio: madre neurótica.
Una neurosis que terminó traduciéndose (en el caso de esta conocida, y en el mío particular) en una especie de negación de la realidad. El concepto "vamos día a día" se grabó tan fuerte que no había espacio para nada más. A mí me hubiera encantado poner un vinilo sobre la cuna en el que se leyera: "La vida se abre camino", pero no lo hice porque "vamos día a día". Quién sabe lo que puede pasar. No tentemos a la suerte.
De hecho, a ambas nos sorprendió la misma pregunta cuando llevábamos siete meses de embarazo y un barrigón importante. Y esa pregunta fue: "Cari, ¿no crees que deberíamos ir comprando la cuna o algo?". Y la respuesta de las mujeres que ya no se podían ver los pies fue: "No sé, ¿por qué lo dices?".
No había espacio mental, igualmente, para leer ninguno de esos libros de consejos para madres y bebés, porque "vamos día a día" -una sabia medida, pues ya disponíamos de bastante neurastenia autogenerada-.
Si todo va bien -ya saben, si llegamos con suerte al final del final del día a día-, toda madre añosa sabe cuál es su principal hándicap: la fuerza -por mucho que digan que los 40 son los nuevos 30-. Y, como todo en la vida, también tiene alguna ventaja, la principal: te da ya igual lo que te digan. Eres una señora tan señora que aguardas tu título de Charo -que sepan que la mano de una Charo es la que mano que mueve el mundo, de siempre-. Tienes grandes espolones, gran retranca. No vas a sucumbir a ningún consejo gratuitamente o por quedar bien y te aseguro (si estás ahora con el bombo y en el caso) que es algo que te hará falta, porque todo el mundo opina. Es más, todo el mundo opina, según el momento, una cosa y su contraria. Y, sobre todo, todo es -o potencialmente puede ser- culpa tuya. Siempre.
Menos mal que es una asunción que ya conoces de sobra, por añosa, y sobre la que ni pestañeas.
Es difícil que te asalte, además, la sensación de que has dejado de hacer cosas: has hecho muchas, has hecho de todo, acumulas lustros. Tanto eso así que, por ejemplo -esto no tiene por qué ser compartido-, yo no me alegro cuando empieza el cole porque, qué queréis que os diga, Esparta es cruel. Y también me gusta forrar los libros de texto, pero eso no se lo chivéis a las otras madres.
"¿Sientes que te quedas atrás, que no eres suficiente en esto o en otras cosas?", me preguntó esta conocida, en mitad de nuestra charla de añosas. Con niños, te quedas atrás en todo y no llegas a nada: esa es la realidad. Esa es la respuesta. A no ser que tengas un padre de apellido Ortega, y de nombre, Amancio, la carrera va a estar amañada. Lo siento. No tendrán que hacer nada: esperarán a que te caigas de cansancio.
Es una realidad que escuece, en eso no importan los años. Pero, en esa maternidad con saña que es la que demográficamente estamos abrazando, el zen suele imponerse -nuevamente: los espolones son muy grandes-. Y las otras posibles líneas temporales, cualesquiera que pudieran ser o haber sido, se minimizan.
Esta entrega es un ejemplo de los textos que podrán encontrarse, a partir del próximo mes de septiembre, en 'Botón de muestra': la newsletter sobre niños hallados y padres perdidos que ofrece Diario de Cádiz. Una vez cada quince días, habrá un correo en tu buzón que arroje un poco de luz sobre esto de ser padres. O que te permita reírte un poco a costa de los que se pasan la vida luchando con krákenes (y creo que es la primera vez que pongo este plural). Si te apetece, puedes apuntarte aquí.
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Regístrate para recibir este boletín quincenal que abundará en una idea de la que se habla poco: tener críos puede ser muy divertido.