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Síntomas del coronavirus: La recuperación del olfato puede alargarse hasta los 3 años

¿Se puede vivir sin olfato? Qué es la anosmia

¿Se puede vivir sin olfato? Qué es la anosmia / Archivo

¿Puede el SARS-CoV-2 infectar el sistema nervioso central?, ¿cuáles son los principales síntomas neurológicos que se han detectado en pacientes con covid-19?, ¿qué secuelas neurológicas puede dejar el SARS-CoV-2 en los pacientes que han superado el coronavirus? Estas son algunas de las principales preguntas a las que se ha tratado de dar respuesta durante la participación de la Sociedad Española de Neurología (SEN) en el 2º Congreso Nacional Multidisciplinar Covid-19 de las Sociedades Científicas de España, que se celebró la semana pasada en formato virtual y que contó con la participación de más de 70 sociedades científicas españolas.

Uno de los últimos estudios que se han realizado hasta la fecha señala que el 60% de los pacientes hospitalizados por covid tuvieron síntomas neurológicos, aunque en el 85% de los casos fueron síntomas leves e inespecíficos.

Se ha podido observar que la anosmia, además de ser un síntoma de buen pronóstico, es uno de los síntomas más habituales en personas jóvenes, en mujeres y en personas con algún tipo de afección neurológica previa. En la mayoría de los casos, esta anosmia se produce por la afectación de neuroepitelio olfativo y, en aquellos casos en las que la pérdida de olfato se prolonga más en el tiempo se cree que podría deberse a la neurodegeneración producida por las neuronas sensitivas-olfativas para evitar que el SARS-CoV-2 invada el sistema nervioso central, como mecanismo de defensa. Los pacientes se suelen recuperar de esta pérdida de olfato entre la 2ª y la 8ª semana, aunque en algunos casos esta recuperación puede llevar hasta 3 años. Si además de anosmia se desarrolla parosmia (distorsiones en el sentido del olfato, generalmente mal olor) también es síntoma de un buen pronóstico.

Respecto a la cefalea, se ha descrito un tipo de dolor de cabeza muy específico y asociado al virus: de características opresivas, que empeora con la actividad y los movimientos de cabeza, que despierta por la noche a un 33% de los pacientes y que en ocasiones se acompaña de hipersensibilidad. Es por lo tanto una cefalea que se parece a la migraña, aunque los pacientes que ya padecían migraña, la identifican como un dolor de cabeza distinto. Se cree que los episodios de cefaleas pueden ser debidos a la tormenta de citoquinas y que entre un 10-20% de los pacientes que desarrollaron esta sintomatología pueden desarrollar una cefalea crónica, aunque aún se están analizando los factores que puede incidir para que se cronifique.

Menos frecuente, pero mucho más graves, son los casos de ictus que se han dado en pacientes con covid-19. Diversos estudios ya señalan que, en pacientes hospitalizados, existe un incremento de riesgo de ictus de alrededor de un 1-2% en el caso de ictus isquémicos y de un 4% en las trombosis venosas cerebrales, que si bien suelen ir asociados a la gravedad de la infección, tienen un peor pronóstico: algunas series internacionales destacan que la mortalidad por ictus en personas con coronavirus alcanza el 59%.

Otro reciente estudio realizado en España señala que el 51% de pacientes que ha sobrevivido a la enfermedad han desarrollado secuelas que pueden prolongarse incluso 12 meses. Los síntomas neurológicos alcanzan a un 12% de los pacientes post-covid y entre ellos destacan sobre todo la cefalea y los problemas cognitivos (la llamada “niebla mental”). Aunque también son muy habituales otros no exclusivamente neurológicos como pueden ser la fatiga o el dolor muscular: más del 50% de los pacientes que han pasado presentan fatiga y trastornos del sueño. Además, el dolor de cabeza, la fatiga y el dolor muscular figuran entre las secuelas más persistentes.

Por otra parte los expertos señalan la posibilidad de que, en un futuro, muchos pacientes que han estado en la UCI, en la UVI o con síntomas graves de covid tengan una reducción en la reserva neuronal que les causará problemas neurológicos de distinta sintomatología. En todo caso, es altamente improbable que esto suponga una epidemia futura de enfermedades neurológicas.

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