¿Por qué España ganaba Eurovisión en los tiempos de Franco y ahora no?
Análisis más allá de los votos
Las circunstancias de este programa, el más visto cada año, han cambiado constantemente pero la política internacional no es un influjo directo salvo movilizaciones premeditadas en el televoto como las de Israel. Pedro Sánchez tendrá culpa de muchas cosas, pero no del puesto de Melody
TVE hace una finta a Israel y a Eurovisión para no ser sancionada por hablar de la guerra de Gaza
¿Israel en Eurovisión?

En los "tiempos de Franco", lo audiovisual estaba todavía por madurar y el mundo era nuevo, con cicatrices de guerra mundial entre los adultos que miraban con risa ladeada los modos de unos jóvenes, niños de esa guerra, que parecían despreocupados. TVE, España como extrapolamos para hablar de Eurovisión, tuvo por entonces dos últimos puestos en Eurovisión.
De hecho se cosecharon solo tres votos en cuatro años de participaciones (1962-1965). No se salió de la cola, del 'bottom', como viene sucediendo ahora desde 2005 salvo excepciones, hasta que se entendió de qué iba Eurovisión.
Cuando se empezó a contar con intérpretes actuales para su tiempo, jóvenes estrellas, comenzando por Raphael, un inquieto pipiolo de 23 años con trayectoria ascendente que se presentó en 1966 con Yo soy aquel, que fue sexto. Ganó Austria, como este año. Supo a poco aquel primer buen lugar de la delegación española.
España había sido el primer país en tener cero puntos en el Festival de Eurovisión, 1962, con el triste Víctor Balaguer. Si mandas una canción mala, anticuada, es más probable tener un mal resultado así. Y al cabo del tiempo es lo que ha venido sucediendo con la representación española.
Entre 2005 y 2025 en 14 ocasiones TVE ha estado por debajo del 20º en Eurovisión, todo un récord negativo.Y seguiremos asi mucho más tiempo, da igual quien esté en la Moncloa. En contraposición, Italia, otro miembro del Big Five, da igual el puzzle político que gobierne, ha conseguido con la constancia de San Remo la inercia de recibir una buena valoración del público internacional aunque de vez en cuando, como este año, envíe algo infumable.
Sin ser una fórmula exacta, a día de hoy para tener éxito en Eurovisión hay que contar con una estrella del momento o con un gran talento indiscutible, con sonidos actuales, tema con cierto mensaje o intención, al que le acompañe una escenografía, un videoclip en vivo, que sea adecuado. A veces menos es más. En los ultimos diez años desde España sólo se ha contado con algo así con Chanel, que fue tercera. Y, recordemos, el PP que ahora culpa a Pedro Sánchez por ser gafe de Melody se opuso a que participara Chanel. El PP, en apoyo de Feijóo, atacó a TVE para se rectificara y que fueran Tanxugueiras, en línea con lo que opinaba Podemos, todos los independentistas y más de un influyente eurofan. Los políticos españoles, precisamente, siempre han tenido muy poca idea de Eurovisión. Y siempre han existido muchas ganas de fastidiar Eurovisión porque en verdad es un programa que une a la gente, sin partidismos.
Los presidentes del Gobiernos y los útimos puestos en Eurovisión
Pedro Sánchez, que ha pedido la expulsión de Israel de Eurovisión, es reponsable de muchos errores y de vaivenes en su gestión, pero no ha tenido nada que ver con el antepenúltimo puesto de Melody. Como Zapatero tampoco tenía culpa en 2009 del inexplicable penúltimo puesto, injusto, de Soraya. Ni Mariano Rajoy tuvo nada que ver con el gallo de Manel Navarro, último en 2017. Felipe González era presidente cuando Remedios Amaya fue última (un gesto de riesgo de aquella RTVE, pese a todo, y se 'rectificó' al año siguiente). Y Aznar era presidente cuando Lydia fue última con 1 punto, culpándose al vestido de Agathisíma Ruiz de la Prada. España ha sido última en Eurovisión en dos ocasiones con el PP en el Gobierno ¿qué nos puede decir el PP de hoy al respecto?
En el Festival de Eurovisión actual la política puede influir tangencialmente, pero los resultados no se basan en influjos políticos directos salvo situaciones extremas como el televoto solidario hacia Ucrania que privó precisamente a Chanel de conseguir el primer puesto de 2022.
No caigamos en la trampa de la diplomacia y los medios gubernamentales de Israel, ni por los que les bailan el agua. El seggundo puesto de Israel es sospechoso con toda rotundidad. Y Melody no ha sido penúltima por culpa de Pedro Sánchez. Ni la posición de España en Europa, en el mundo, ha repercutido de forma especial durante estos casi 65 años en sus logros y decepciones en Eurovisión.
Contar con el apoyo del televoto internacional tiene más relación con la vecindad, las simpatías históricas (Chipre-Grecia, escandinavos, bálticos, balcánicos) y cuando esta lógica se supera se deba a actuaciones sobresalientes, propuestas que caen bien (como este año el estonio Tommy Cash, no lo comparemos con la patochada del Chikilicuatre) y, en menor medida, también por influjos impresionables de casas de apuestas, de eurofans. Hay meteduras de pata de un candidato, como el corte de mangas de Manel Navarro al público local, de la que ya no te levantas aunque envíes un tema inédito de los Beatles. Pero lo dicho, los resultados de Eurovisión nunca se han movido por decisiones de los gobiernos, por simpatías o antipatías puntuales, salvo si han sido campañas muy calculadas, como la reciente de Israel, que está a punto de dinamitar este puente entre naciones que es Eurovisión.
Desde este país se ha promovido un televoto viral (TVE ha pedido auditoría por sospecha de emisión de puntos por tajertas sim repartidas, habrían bastado unos miles en España) que durante dos años les ha elevado a alcanzar el segundo puesto con artimañas y apoyo político de partidos y analistas conservadores, para justificar una aceptación, un apoyo popular, que no existe. España no ha dado en realidad 12 puntos a Israel. Se ha promovido de forma externa que se consigan esos 12 puntos. Los espectadores no se han abalanzado a por el móvil para votar por una canción mediocre como la israelí. Bélgica ha dado 12 puntos del televoto cuando ni siquiera se ha emitido la cancion Ha existido una inciativa premeditada para aupar por segundo año a Israel, cuando además una firma de este país patrocina (generosamente) a este programa de la UER, organización maniatada y que advirtió a RTVE con una eliminación de cara a 2026 si se mantenían comentarios sobre la paz en Gaza, como sucedió en semifinales. La UER ya descalificó a Países Pajos en 2024 por un extraño incidente de Joost Klein, el cantante más crítico con Israel en las ruedas de prensa. Para este año se decidió... que no hubiera ruedas de prensa de los clasificados a la final. La libertad de expresión se va por el desagüe.
Lo sucedido con Israel en estos dos años en Eurovisión, removiendo los televotos de la mayoría de países y, por tanto, alterando la clasificación, no tiene comparación en los casi 70 años de historia de este festival. Si la organización no toma medidas, como van a solitcitar distintos miembros, estaríamos ante la mayor crisis de reputación del Festival.
En el caso de España los 10 puntos del televoto siguen indicando que los espectadores, en general, no se sienten movidos por lo que envía TVE al festival. Y eso es responsabildad de TVE, no de España entera. Si es como castigo contra el Gobierno hay dos notorios países del continente que se llevaron este año cero puntos del televoto: Reino Unido y Suiza (¿son enemigos jurados de Israel, de Ucrania, sus gobiernos son indeseables?). A su vez desde estos países se anunciaron 12 puntos del televoto para Israel. En el caso israelí recordemos a los seguidores del Maccabi de Tel Aviv abucheando el minuto de silencio por las víctimas de la dana de Valencia. Si no existe compasión por las decenas de miles de muertes que se suceden al lado de su casa, como para mostrar respeto a fallecidos en la otra punta de su mar.
Da la impresión incluso por el tuit del ministro Amichai Chikili que la operación del televoto de Eurovisión no tiene por qué ser para ganar Eurovisión, les basta con que sirva de herramienta para atacar a políticos non gratos para ellos como el presidente español.
¿Cómo era Eurovisión en la dictadura?
Pero descendamos el debate a lo musical, a lo televisivo. En realidad a lo solenmente inofensivo. La UER tiene que actuar de forma firme y rigurosa sobre las votaciones. El televoto no puede seguir en estas circunstancias de manipulaciones evidentes. Y en ediciones de nivel tan mediocre como la de este año es lógico que el resultado de los jurado fuera más ajustado frente a un televoto tan teledirigido. A España como miembro del Big Five le perjudica claramente esa clasificación directa a la final, muchos espectadores sienten que son países privilegiados por la organización.
Y por último analicemos si es verdad eso de que en la dictadura a España se le votaba más en Eurovisión cuando las votaciones eran tan diferentes a las de ahora y no existía ese voto teléfonico que se instauró en 1997, cuando ya se había levantado el muro y más de una decena de nuevos participantes irrumpieron con sus gustos, sus vecindeos y sus estridencias.
A TVE le fue mal en Eurovisión hasta que, tras todos los problemas, como cuenta la serie de Movistar Plus + La Canción, se envió a una joven de 21 años con desparpajo, Massiel, para un tema que sonaba fresco en 1968. Así es más posible conseguir la victoria. Entonces eran solo 17 países, con diez miembros del jurado con 1 voto. Era más sencillo e invisible conseguir de una tacada un buen puñado de puntos en Eurovisión. En 1969, Salomé compartió una victoria cuadruple que se interpretó en ese momento como una confabulación entre cadenas como respuesta a la dictadura. Austria, precisamente, protagonizó el primer boicot de Eurovisión y no fue a Madrid. Al año siguiente se plantaron los escandinavos, que no tocaban pelo entonces, para cambiar el sistema de votaciones. En 1975 se acordó lo de, mediante jurados, conceder 12 points, 10, 8...
Antes, en aquellos años de orquestas y actuaciones a pelo, sin bailarines ni artificios, donde el público de casa solo era observador, un puñado de votos era maleable. Un puñado de personas desconocidas podían enviar al éxito o al fracaso cualquier canción.
En los tiempos de la dictadura Eurovisión era estratégico. Se tomaba mucho más en serio hacer un buen papel ante las democracias europeas. En los 80 y 90 no hacía falta. Eurovisión sí era entonces un escaparate musical con, más o menos, cierta cordialidad internacional. La TVE de la dictadura, además, iba muy por delante del régimen. Sus programas de entretenimiento distaban de los corsés de un búnker que cobraba caras las disidencias.
Y tras la victoria de Massiel aquellos jurados de los países se tomaban con interés las actuaciones de España, cuando se enviaba además a estrellas pujantes como Julio Iglesias, que fue cuarto, o Karina, que fue segunda, tras haber sido elegido de entre un plantel con Nino Bravo o Rocío Jurado, Si extrapolamos ese nivel, el Benidorm Fest ha ido por debajo de ese listón en estas ediciones. Y habrá que reconocer que cada vez habrá menos artistas españoles consolidados que quieran jugar a esta ruleta rusa.
En 2025 eran más idóneas las candidaturas de Daniela Blasco o J Kbello que la de Melody, elevada por veteranos eurofans que se sentían en deuda con el plantón que le hicieron en 2009. Melody quería ir y cumplió su sueño con toda su mejor voluntad. Ha sido todo entrega, no se le puede achacar nada contra ella por un bajísimo puesto que no representa su calidad en una floja edición. Pero, hay que admitirlo, no era la mejor elección. Y en todo caso, la culpa no la tiene Pedro Sánchez aunque el PP quiera ser irónico, y sin gracia como es habitual, al respecto.
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