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Coronavirus Zahara de la Sierra

Un búnker para frenar al bicho

  • Zahara de la Sierra se blinda y sólo deja un acceso de entrada para combatir al coronavirus. Los coches que llegan al pueblo se desinfectan

Una vista de Zahara de la Sierra, con el pantano al fondo

Una vista de Zahara de la Sierra, con el pantano al fondo / Andrés Barrera

Zahara de la Sierra es estos días un islote dentro de la Sierra gaditana. Para acceder a esta localidad de 1.400 habitantes hay que traspasar un punto de control. Si no, no hay manera.  Es el único acceso que tiene el pueblo habilitado para entrar y salir. No estamos hablando de la Guerra Fría ni del Berlín dividido, donde el Checkpoint Charlie fue el punto de paso imprescindible para cruzar la capital alemana desde el este al oeste. Estamos hablando de final de marzo, de una España en convulsión, con otra guerra fría, pero esta vez con un bicho invisible, un virus, el coronavirus, que contagia y mata.

“Sólo entran los repartidores de comida y medicamentos. Alguna trabajadora de Algodonales que tiene que asistir a los mayores de la residencia de ancianos y algún sanitario que presta servicio en el hospital de Ronda. Poco más. Está todo muy controladito”. Lo dice Isabel, que transita con premura por las calles de esta localidad emplazada a los pies del gran mar interior que le da belleza como es su pantano. Va en el coche con Auxi, su compañera de reparto de compra. Ya roza las dos de la tarde y ambas han de repartir la compra que los vecinos del pueblo les han encargado a través de un servicio puesto en marcha por el Ayuntamiento, en colaboración con la firma The Lake Lab, para que ellos no salgan a la calle. Se paran en una casa. Dejan los víveres en el zaguán, tocan el timbre, recogen el dinero y salen pitando para la pescadería, la farmacia o el supermercado para procurar alimentos para otra familia. “Todo el que quiera, sea persona mayor, grupo vulnerable o vecino joven sin patología puede llamar al teléfono habilitado por el Ayuntamiento para que nosotras hagamos la compra por ellos. Nos llaman a un móvil. Nos dicen el billete que nos van a dejar en la puerta de casa y la lista de la compra que quieren. Vamos, compramos por ellos y les llevamos los artículos y la vuelta del dinero a casa. Y así sólo tenemos contacto con ese domicilio una vez. Lo dejamos todo en la puerta de sus hogares”, dice esta mujer, que asegura que el pueblo está encantado con las restricciones de acceso impuesto por el Ayuntamiento para evitar que el coronavirus entre en el pueblo. De momento, le van ganando la batalla pues no hay nadie contagiado en este municipio.

Santiago Galván es el alcalde del pueblo y tuvo claro desde un primer momento que había que tomar medidas drásticas para evitar que el bicho hiciera estragos en su localidad. Se lo olió el asunto tras los primeros compases del contagio y la rápida expansión del virus en Italia. “Cuando el Gobierno comunicó el Estado de Alarma nosotros ya teníamos pensado la medida. Quiero aclarar que no hemos cerrado el pueblo. Hay un único acceso de entrada ahora, de los cinco con los que cuenta el municipio habitualmente y otro único de salida, de los seis que normalmente están abiertos. Lo que hemos hecho ha sido reorganizar la movilidad en el pueblo para facilitar el control de la Guardia Civil y la Policía Local”, apunta. Dicho y hecho. 

Un badén de desinfección a la entrada del pueblo. Un badén de desinfección a la entrada del pueblo.

Un badén de desinfección a la entrada del pueblo. / D.C.

Al acceder a Zahara de la Sierra lo primero que se encuentra uno es un badén convertido en punto sanitario de desinfección de coches para espantar posibles intrusos víricos. En esta apuesta, el regidor cuenta con personal del pueblo y con un equipo de voluntarios que echan una mano, incluso con maquinaria propia cuando se tercia para limpiar a conciencia los vehículos. “Lo único que buscamos es que se controle a la gente que entra y sale de Zahara de la Sierra para evitar contagios. La gente del pueblo está encantada con esta medida.  Está respondiendo. Tengo un batallón de voluntarios que nos está prestando ayuda y otro batallón en el banquillo por si hace falta. Incluso, particulares comprando lejía para ayudar en la desinfección, la pastelería donando productos…No nos sentimos aislados. Es sólo una medida más. Todo el pueblo es una piña. Hay vecinos que tienen que ir, por ejemplo, a las huertas de Bocaleones a echar de comer a los animales y lo hacen con facilidad”, explica el regidor.

Voluntarios y operarios del pueblo trabajando en tareas de desinfección Voluntarios y operarios del pueblo trabajando en tareas de desinfección

Voluntarios y operarios del pueblo trabajando en tareas de desinfección / D.C.

Ante el temor de que el brote pudiera saltar a los centros más vulnerables como la residencia de ancianos local como ya ha pasado en Alcalá del Valle, el alcalde afirma que se restringió las visitas en este sitio una semana antes de que se iniciara el confinamiento.

“Es que la gente se lo está tomando muy en serio. No queda otra. Yo no he visto el punto de control porque sólo salgo a comprar cada dos días y asistir a mis padres, que son mayores”, explica Andrés, un vecino del pueblo que siente que la medida de restringir el acceso al municipio es muy acertada. También la asociación de mujeres Zaharilla presta servicios a las personas que no puedan valerse cocinando un menú diario y repartiéndolo por los domicilios. “Les dejan la comida en la puerta. Y no cobran el menú a los beneficiarios. La asociación les dice que ya echarán cuenta más adelante. Todo para evitar que haya contagios a través del dinero”, refiere Andrés.

Esta asociación, en conjunto con el Ayuntamiento, está poniendo en práctica también otra experiencia de acompañamiento y control mañana y noche a través de un teléfono de contacto para los colectivos más vulnerables del pueblo como son los mayores por si necesitan ayuda precisa. "El otro día se le rompió a una mujer mayor una nevera y no sabía qué hacer. Y para eso es este servicio, entre otras cosas", apunta una persona vinculada a esta asociación.

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