La honorable Semana Santa de 2025

Estamos en plena semana del balance. El desmontaje de los pasos, el traslado de enseres de regreso a las casas de hermandad, el proceso de devolución de túnicas (que es trabajo que también asumen los que hacen posible la Semana Santa) se mezcla estos días con los comentarios, las opiniones y los análisis sobre todo lo vivido desde hace 14 días. Ahora, en caliente, se antoja el momento ideal para repasar lo visto, vivido y celebrado; siempre con un espíritu constructivo que ayude a seguir mejorando y creciendo. Algo por otro lado cada vez más difícil en el mundo de las redes sociales donde parece ganar el que lance el exabrupto más malsonante o incisivo.

La Semana Santa recién terminada puede calificarse de positiva en líneas generales. Muy positiva, de hecho; lo cual no resta que haya una retahíla grande de aspectos a mejorar por parte de todos. De todos, desde el Obispado y el Consejo hasta el público de las aceras o el que tiene un balcón en algún punto del recorrido de cualquiera de las cofradías penitenciales.

Pero como de balances está la semana llena, y las reuniones de juntas de gobierno, y las que tengan en Cobos, y las que cada uno ha ido lanzando en esa tribuna particular que suponen las redes sociales, este domingo vamos a distanciarnos un tanto del camino habitual y vamos a centrar la mirada de esta Semana Santa que se nos ha ido en aquellas personas, muchas, que la hacen grande; que elevan su categoría con sus gestos, con sus actitudes, con sus responsabilidades. Los honorables de la Semana Santa de 2025, podría decirse.

Honor para el antiguo hermano mayor de Columna que deja su sitio preferente en el cortejo para ir detrás del misterio acompañando a otro antiguo hermano mayor con algún problema de salud. Vaya testimonio de hermandad regaló ese cofrade el Martes Santo y vaya estampa de familia unida que le proporciona a Columna.

Honor para Paco, siempre pendiente al palquillo de la calle Nueva, sin pisarlo, para que a los consejeros no le falte de nada, para que la gente que revolotea alrededor no obstaculice o para poner y quitar las sillas.

Honor al señor ya mayor (no lo conocemos) que silente y prudente aguantó estoicamente con una mesita en la puerta de Arquitecto Acero (uno de los puntos más desagradables por el viento y las bajas temperaturas), entendemos que para contar capirotes y controlar el horario de salida de cada cofradía.

Honor a todas las personas ajenas a las hermandades que se mojaron el Martes Santo y que aguantaron estoicamente en los cortejos. Los militares de Piedad, el deán de la Catedral que marchaba también en la presidencia de esta cofradía, son claros ejemplos.

Honor a José Luis Pájaro y a su hijo, estirpe de exquisita educación, por entender la importancia de la Semana Santa en su conjunto y vestir siempre con el debido respeto y decoro en su silla de la calle Nueva; además de por ser igualmente elegantes al frente de los pasos. Ellos sí hacen grande al mundo de la carga.

Honor al capataz que fue destituido del paso en su día y lejos de lanzar monsergas ni disparar dardos allá donde ha ido (como sí hicieron los que ahora llevan el paso), viste el hábito desde entonces y acompaña al Cristo. Ese es el camino.

Honor a Antonio Verdía, que nunca falta el Lunes Santo (ni el resto del año) a la vera de su Prendimiento, demostrando que la edad no es un impedimento para seguir participando en la hermandad. Por muchos años más.

Honor a la familia Cortés, que regaló el Domingo de Ramos un auténtico testimonio de fe y de pertenencia a la Iglesia Católica al unirse todos alrededor del Despojado en medio del dolor irreparable de la pérdida de Alejandro. Emocionante conocer cómo se incorporaron a la cuadrilla los familiares y estremecedor ver la entereza de Joaquín al frente del paso.

Honor a los hermanos de Vera-Cruz que viendo el cariz que tomaba la noche y el fuerte viento que arreciaba, no dudaron en dejar la comodidad de su cirio y ayudar al Simpecado para que pudiera retornar a las calles el pasado Lunes Santo, sin que nadie les tuviera que decir nada.

Honor a esas mujeres, dos que sepamos, que no quisieron faltar en el acompañamiento a sus devociones a pesar del avanzado estado de su embarazo. Que esas imágenes de las que no se separan le den salud a ellas y a las vidas que están por traer a este mundo.

Honor para todos los que con sus fotos y sus vídeos captan lo que acontece en las calles, porque a ellos les debemos sobrellevar este tiempo de nostalgia y estos meses que nos separan de un nuevo Domingo de Ramos. Una nueva Semana Santa que al igual que la de 2025 será más grande y auténtica mientras siga habiendo en ella gente de honor.