Besapié a Medinaceli en Cádiz: Un goteo constante

La iglesia de Santa Cruz vuelve a vivir uno de sus días grandes con el tradicional besapié del primer viernes de marzo, que vence a la amenaza del tiempo y al Carnaval

Imágenes del besapié a Jesús de Medinaceli el primer viernes de marzo

Las imágenes del besapié del primer viernes de marzo al Medinaceli en la Iglesia de Santa Cruz de Cádiz
Las imágenes del besapié del primer viernes de marzo al Medinaceli en la Iglesia de Santa Cruz de Cádiz / Julio González

Hay cosas que no cambian; citas ineludibles que ni las amenazas meteorológicas ni el Carnaval alteran ni afectan. En peores se han visto todos los que asiduamente acuden a Sus pies, y por supuesto no fallan en una fecha que es especial para aquellos que se sienten unidos al Cristo de la túnica morada, el del escapulario de esclavo. La imagen de Medinaceli volvió a acercarse un primer viernes de marzo más a sus devotos; y Santa Cruz se convirtió en un goteo incesando de devoción, un continuo entrar y salir buscando el encuentro con el Cristo moreno de Láinez Capote.

No es cuestión de colas interminables, como las ha habido y a buen seguro se formaría en algún momento de la larga jornada; pero sí un goteo incansable de personas de todo tipo que acuden, fiel a la tradición gaditana, a los pies de Medinaceli en este primer viernes de marzo.

Ese día en Santa Cruz se palpa la autenticidad en todo lo que uno encuentra. Allí no hay imposturas ni forzadas expresiones de nada, que en Medinaceli no se trata de eso; ni tampoco hay interés por un altar que destaque por la brillantez de la priostía o una riqueza especial en bordados ni ningún otro elemento secundario.

En Santa Cruz, el primer viernes de marzo, hay señoras mayores que acuden como el peso de los años les permite (se agradece el gesto del Ayuntamiento de tener montada la rampa para ese día, lo que permite a cientos de personas acercarse a ver a su Cristo en una iglesia con difícil acceso) y hay bebés que ni recordarán este primer encuentro dentro de sus carros o en brazos de sus padres. Y hay jóvenes, muchos, que hacen un paréntesis en su quehacer para acercarse a la imagen que siempre ha estado tan presente en la familia. Y una señora con dos coloretes pintados en la cara, dispuesta a disfrutar de los últimos días de fiesta; y un joven con gorra, que mantiene a pesar de entrar en la iglesia y de plantarse ante la devota imagen.

De igual modo, hay quien acude a tiro hecho, colocándose automáticamente en la cola para pasar ante la imagen, besar su pie, recoger la estampa de recuerdo y seguir su camino por Fray Félix abajo; y hay quienes necesitan sentarse un rato frente al Cautivo antes de acudir al besapie. Las hay que llevan ramos de claveles en sus manos, otros un precavido paraguas, y también quienes sujetan un pañuelo sabedoras que las lágrimas serán inevitables al acercarse al Cristo al que tanto rezan.

Rezos, oraciones y conversaciones, quién sabe, se suceden en la Catedral Vieja, visibles a través de labios que se mueven sin emitir sonidos mientras las miradas se clavan ante Él, que volvía a presidir un altar instalado para la ocasión en la denominada Puerta de los Novios, frente por frente al altar mayor. Para esta ocasión, viste la imagen una túnica de terciopelo que a veces parece negra, otras de un verde (en este año de la Esperanza) de tonalidad oscura, y otras un azul intenso. Y tras Él, la Cruz de Guía de la hermandad.

A los pies del Cautivo, cuatro mujeres custodiando su besapié -dos niñas ataviadas de servidora y dos jóvenes que reparten estampas y limpian el pie después de cada beso- como si de un 8-M cofradiero se tratara.

La música de fondo en este continuo ir y venir de personas, besos, oraciones, peticiones, agradecimientos, claveles y estampas es la voz del sacerdote o feligrés de turno que dirige algunas de las misas, vía crucis y rosarios que se suceden durante la jornada, a los que asisten también un nutrido grupo de devotos; todo ello rematado con la función presidida por el obispo, Rafael Zornoza, a las ocho de la tarde.

La Cuaresma vive así su primera parada destacada, después de la imposición de la ceniza. Santa Cruz vuelve a celebrar así uno de sus días grandes, ajenos a elementos externos al calendario que marca en morado el primer viernes de marzo, a fiestas paralelas aunque se vean disfraces rendidos a Sus pies, o a las continuas amenazas meteorológicas que derivan en una soleada tarde (hasta la llegada de la lluvia, ya de noche), en la que el único goteo, un incesante goteo, fue el de la enorme devoción que sigue conectando a Cádiz con Jesús de Medinaceli.

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