Más de 40 años del Rosario, otra forma de Semana Santa en San Fernando

La austeridad suprema que imprime al cortejo esta hermandad desde aquellas primeras madrugadas de Sábado Santo en El Parque se ha convertido en uno de los grandes contrastes de las cofradías isleñas

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Una de las primera salidas de la hermandad del Rosario de San Fernando
Una de las primera salidas de la hermandad del Rosario de San Fernando / Rioja

San Fernando/Esta Semana Santa se cumplirán en San Fernando 41 años de la primera salida procesional de la Virgen del Rosario en sus Misterios Dolorosos, que hizo en aquella desaparecida iglesia del Parque en la madrugada del Sábado Santo de 1985. Muy poco, desde luego, ha cambiado la hermandad desde aquellos años fundacionales, en plena década de los 80. Su filosofía, sus maneras y sus reglas siguen siendo esas que marcan la austeridad suprema del luto -la Virgen ni siquiera lleva flores- y sus dos lemas: Sin cruz no hay gloria ninguna y Rezad el rosario.

La del Rosario es una hermandad que no sigue ni responde a la pauta del resto, eso queda bien claro nada más ver su cortejo en la calle, que desde 2014 sale de la Iglesia Mayor Parroquial. Así que se presenta como la rara avis de la Semana Santa isleña, lo que -precisamente- le confiere su gran valor. Es algo completamente distinto, de eso no cabe duda. Y a pesar de ello, ha conseguido hacerse un hueco en los corazones cofrades de La Isla.

La Virgen del Rosario procesiona desde aquella primera salida en la década de los 80 sobre una modesta parihuela de madera sin ningún tipo de talla o elemento ornamental y sin exorno floral. Coronada por un simple aro de estrellas -no por una corona- y sencillamente ataviada con túnica y manto sin bordar, en tonos claros y rosados.

La Virgen del Rosario, en la Iglesia Mayor.
La Virgen del Rosario, en la Iglesia Mayor. / Germán Mesa

Se trata de una talla -de nuevo- del escultor isleño Alfonso Berraquero, que la hizo allá por 1983, coincidiendo con su etapa más prolífica. Representa la desolación de la Virgen tras la muerte de Jesucristo, de ahí la dramática expresión de su rostro y del momento que refleja. La talla, sin lugar a dudas, lleva la característica firma del imaginero isleño.

Desde sus inicios, esta hermandad -cuyos hermanos van rezando el rosario de manera ininterrumpida durante todo su recorrido- se encargó de cerrar los cortejos de la Semana Santa a la espera de la mañana de Pascua y la procesión del Resucitado. Sale a última hora de la tarde del Viernes Santo para encaminarse -he aquí otra peculiaridad- hasta el cementerio municipal, ante el que realiza un responso antes de volver por las calles de ese barrio que la vio nacer, que forzosamente tuvo que abandonar y al que está deseando regresar algún día.

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