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Dependencia

Cuando el cuidador sufre

  • Hoy es el Día del Cuidador, que reconoce la labor de las personas que atienden a personas con discapacidad o dependientes

  • La residencia de Cruz Roja, que detectó los problemas que sufren muchos cuidadores, cuenta con un grupo de apoyo 

Una persona empuja la silla de rueda de una persona mayor por la calle Real en San Fernando.

Una persona empuja la silla de rueda de una persona mayor por la calle Real en San Fernando. / Román Ríos

"Nos olvidamos de somos nosotros mismos, nos entregamos y nos perdemos". Esther González es cuidadora, es decir, atiende a una persona en situación de discapacidad o dependencia, en su caso su padre. Hoy es su día, el Día del Cuidador, con el que se reconoce la labor de estas personas, que en muchas ocasiones también necesitan ayuda, atención y acercarse a otras personas en la misma situación.

La residencia de personas mayores de la Cruz Roja en San Fernando tiene desde hace tres años un grupo de apoyo precisamente para cubrir estas necesidades. En él participan personas que tienen a familiares en el centro de La Magdalena, pero también ciudadanos que cuidan a otra persona en su casa o que la tienen en otro centro. "Es el tercer año que lo hacemos, y siempre han venido mujeres. Este año, de los quince que suele haber en el grupo, hay dos hombres", comenta Elena Rosso, la psicóloga que se encarga de esta acción, sobre el perfil de los cuidadores. "El cuidador principal es una hija, incluso la nuera", detalla sobre una realidad social que se mantiene, en el que la atención a menores y mayores, personas con discapacidad o dependientes, recae en la población femenina.

La labor continua, sin descanso, desconocida, exigente, dura y de desgaste que soportan lleva a estas mujeres a una situación de sobrecarga y de ansiedad. "En las entrevistas informativas que se hacen cuando alguien viene a preguntar a la residencia percibimos cómo llegan los cuidadores", comenta Rosso sobre el origen de este grupo de apoyo. "Ves a personas que sienten que no tienen apoyo del entorno, que sienten que nadie las entiende, con sentimientos de culpa por traer a su familiar a un centro", cuenta. Todo eso se trata en las sesiones que periódicamente se llevan a cabo.

Las reuniones parten de unos temas previstos, que se van analizando, pero también se desarrollan a través de temas que los asistentes sugieren, a través de sus preguntas o de sus dudas. Entre ellos se contestan muchas veces, reconoce la psicóloga, puesto que hay situaciones que otros cuidadores ya han vivido anteriormente. "Entre ellos se entienden bien, se sienten comprendidos", añade. La terapia resulta, por tanto, positiva, porque su actitud cambia. Mejoran.

Cómo manejar la enfermedad, herramientas para atender al enfermo, la manera de comunicarse con ellos; la ansiedad y la manera de trabajar sus pensamientos, con relajación; la mejora de las habilidades sociales para comunicarse con el entorno; el sentimiento de culpa o la manera de abordar la muerte son algunas de las cuestiones que se tratan. "Hablamos de cómo enfocar la vida cuando la persona a la que se cuida no esté, porque les queda un vacío muy grande, mucho tiempo libre”" describe Elena.

Los cuidadores en muchas ocasiones han aparcado su vida para atender a la persona dependiente. Pueden haber dejado el trabajo, desatendido su casa, dejado a un lado a sus hijos o su marido. Su tiempo ha estado dedicado a ese familiar que les necesitaba y eso provoca vacío cuando ya no están. Ansiedad y desbordamiento, durante el cuidado. "Nos perdemos respecto a nosotros, a los hijos, al marido... Te sientes culpable por lo que puedan pensar otros por haber metido a tu padre en la residencia", explica Esther González. "Era un agobio cuando era repetitivo, se ponía agresivo", comenta sobre su padre con alzheimer.

Ahora, ya más consciente de que son fases de la enfermedad, de que es algo normal, "cuando está muy parado le buscamos para que nos responda". También ha aprendido a aceptar que en algún momento su padre dejará de poder transmitirle si le pasa algo físico. "Para mí era un problema y he entendido que es algo intuitivo, que por los gestos, por las formas, comprenderás qué le pasa. Ese agobio desapareció", pone de ejemplo de una de las cosas que ha aprendido en el grupo de apoyo, al que acudió con sus dos hermanas.

González ha vivido todas las experiencias:escuchar a alguien que cuidaba a un familiar antes de que le pasara a ella y no entenderlo; estar en esa situación, sufrirla, pero descubrir que hay más gente como tú y poder hablarlo con ellas; y conocer gente que pasa por momentos complicados en el cuidado de otro y poder ayudarles. "Tengo una amiga que su madre tiene demencia y la cuidan en casa. Intento transmitirle lo que yo he aprendido", detalla.

"Yo digo una cosa: No somos la vacuna que pare su enfermedad, ni el antídoto para frenarla. Pero sí podemos ser una herramienta para hacer sus días malos más bonitos", plantea. Y lo lleva a la práctica: "Disfruto más de mi padre. Ahora me tomo más café con él y participo de sus cosas. Antes, cuando se ponía a bailar en la calle me daba mucha vergüenza. Ahora si le apetece y lo hace me da igual lo que la gente piense, me pongo a bailar con él". Comprende lo que le pasa; ha aprendido a convivir con ello y a tratarlo; ha entendido que la ayuda es necesaria, ha aceptado compartir el cuidado y los sentimientos. Todo fundamental para cuidarse para seguir siendo cuidadora.

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