Carmen López, artista flamenca y mentora de valientes de San Fernando: “El cáncer también puede ser un camino para redescubrirse a uno mismo y renacer”
La artista isleña da a conocer su historia de superación a través de conciertos de empoderamiento en los que busca ayudar a salir adelante a personas en su misma situación
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A Carmen el flamenco le dio la vida cuando el cáncer se la amenazaba. Este domingo se conmemora el Día Mundial Contra el Cáncer de Mama y no hay mejor jornada para conocer la historia de superación, redescubrimiento personal y renacer de esta isleña, que lleva casi dos décadas en Alemania y que supo ver en el duro reto que le presentaba esta enfermedad la oportunidad de ayudar a otras personas en su misma situación.
–Antes de abordar el punto de inflexión vital que le llevó a la persona que hoy es, ¿cómo acaba una isleña como usted dando clases y viviendo en Alemania?
–Yo estudié Traducción e Interpretación en la Universidad de Granada y en 2002 me fui un año de Erasmus al sur de Alemania, a una ciudad llamada Passau. Allí concocí a mi marido, Simon, cuando trabajaba como camarera en su pub favorito. Y el resto es historia. En Alemanía llevamos 18 años, en Traunstein, donde comencé como profesora de español en un insitituto tras sacarme el CAP y terminamos formando una familia con tres hijos. Antes de volver a Alemania nos casamos en San Fernando en 2006 y vivimos tres años en Alcalá de Henares.
–¿El flamenco era algo que siempre le había llamado la atención?
–De niña estuve en la escuela de Concha Baras. De hecho, Sara Baras me dio clases y allí estuve unos años. Y luego no hice nada con el flamenco durante muchos años. En Granada cuando estudiaba la carrera, también bailé en un corto que rodaron unos estudiantes noruegos en Sacromonte. Luego, cuando llegué a Alemania de Erasmus hice cositas sueltas y tuve la oportunidad de dar clases de sevillanas. Mi primer grupo me lo ofreció una chica de Cuenca que decía que siendo del Sur seguro que sabía bailar sevillanas. Después, cuando regresamos para vivir aquí también me salieron clases y la gente me pedía más. Pero lo cierto es que en aquel momento me sentía como una intrusa en el arte flamenco. Me comparaba con los artistas de aquí, de la tierra de Camarón, que llevan tantos años dedicándose al flamenco y no me veía capaz. Afortunadamente, me libré de ese prejuicio y comprendí que eso es lo que era y lo que quería hacer. De un modo u otro, el flamenco ha sido una constante en mi vida. Siempre ha estado ahí.
–En agosto de 2015 se le diagnosta un cáncer de mama que sacude su vida de arriba a abajo, ¿cómo afronta ese golpe de realidad y cómo llega a ser el flamenco una herramienta para salir adelante?
–El cáncer llegó cuando mi niño pequeño tenía un año y yo acababa de reincorporarme al colegio. Entonces comencé a bailar en el sótano de mi casa. A mi siempre me gustó mucho Chambao y cuando caí enferma comprendí realmente la profundidad de las letras de la Mari, que había pasado por lo mismo que yo y fue toda una inspiración. Pero el verdadero punto de inflexión tuvo lugar en la clínica de rehabilitación en la que estuve. Allí me pasó algo muy bonito: encontrarme con el baile meditativo entre la oferta de actividades, algo que no había hecho en toda mi vida y en lo que participé. Mis compañeras me animaron a preparar algo para mi cumpleaños, el 16 de junio, y organizaron una fiesta española, con su cartelito y todo. Pedí a mi familia que me trajera la única falda de ensayo que tenía, una roja muy sencilla, y mis únicos tacones de ensayo. Entonces tenía el pelo tan cortito que ni siquiera me podía poner una flor, aunque conseguí agarrármela a una oreja. Recuerdo que bailé unas sevillanas y una canción de Chambao en la que cerré los ojos y me dejé llevar, sin coreografía alguna. Al terminar vi que una mujer mayor estaba llorando de emoción. Me acerqué a ella y me dijo que era lo más bonito que había visto en su vida. Eso me movió por dentro y me llenó de fuerza. Comprendí que si puedo dar tanto a otras personas era algo que tenía que hacer más a menudo. Decidí que lo iba a hacer y supe que verdaderamente era artista.
–¿Cómo fueron los comienzos tras tomar esa decisión?
–Volví a dar clases y empecé a actuar en cumpleaños, que en Alemania son mucho de celebrar a lo grande los aniversarios redondos. A través del movimiento aprendí a conectar con mis emociones de una forma totalmente intuitiva.
–Lamentablemente, el cáncer volvió a asomar.
–El cáncer llegó por segunda vez dos años más tarde, en septiembre de 2017. Decidí dejar el colegio y venirme dos semanas a Conil, mi sitio seguro, a desconectarme del mundo, porque estaba totalmente perdida. No quería escuchar a nadie, ni a mi familia, quería estar sola. Fue como si me quitaran el suelo debajo de los pies. Pero había una parte de mí que tenía esperanza de que pudiese vivir sana. Me preguntaba: ¿qué le falta a mi vida para poder vivir sana y qué le sobra? Durante el cáncer empecé un camino espiritual, a través de la meditación y la terapia, que me hizo entender que mi enfermedad me dirigía a un fin. Sentía que podía ayudar a otras personas a conectar con esa fuerza interior que yo sentía, pero no sabía cómo. Y empecé a formarme para ofrecer esa ayuda, ya sea como facilitadora de la Casa del Alma o a través de la danzaterapia. Sentía la necesidad de comunicar al mundo que se puede utilizar una situación muy dura como el cáncer para descubrirse y renacer. Me gusta decir que soy artista flamenca y mentora de valientes.
–Una de sus facetas artísticas sí pasa por un flamenco más tradicional.
–En esta faceta intento junto a un grupo de músicos y artistas acercar el flamenco al público alemán para que pueda entenderlo. Sobre todo utilizando textos de poetas andaluces como Alberti.
–Y su otra faceta pasa por propuestas tan interesantes como sus conciertos de empoderamiento, ¿qué puede ver el público en estos conciertos?
–He creado es un programa de 90 minutos en el que, cantando y bailando, cuento mi historia. Explico que soy artista y que el cáncer me ha llevado a ese escenario. Y comparto con el público mi experiencia vital y detalles muy personales de mi vida, como el vínculo con mi padre, al que áun siento muy presente aunque no esté entre nosotros, o fotos sobre natutraleza que hace mi marido y que me ayudan a recalcar lo importante que es valorar las cosas pequeñas y sencillas. Para eso también uso el tema de Chambao Caprichos de colores. Durante el espectáculo echo mano de clásicos como el Entre dos aguas de Paco de Lucía, con el que comienza la función, y utilizo recursos como los juegos de sombras. Incluso canto Salve Madre a capela. Termino el concierto reflexionando sobre que en la vida no hay que esperar a que pase algo. Hay que hacerlo. Hay que preguntarse: ¿qué me apetece?, ¿qué quiero hacer? Y no hay que esperar que la vida te pegue una patada en el culo para permitírtelo. Hay que tomar conciencia de que somos la persona más importante de nuestra vida.
–De momento sus conciertos de empoderamiento no se han representado en España, ¿tiene la espinita clavada de aún no ser profeta en su tierra?
–Estoy convencida de que llegará ese momento y me hace mucha ilusión. Pero soy de la opinión de que no hay que forzar las cosas. También he de decir que me ha ayudado mucho conocer a artistas de aquí, como Antonio Lizana o las Mónicas, que me apoyan y me hacen sentir como uno más de ellos. Por otro lado, mis conciertos de empoderamiento también cuentan con una versión corta de media hora para eventos y congresos, que he representado en citas relacionadas con el cáncer, en las que me he dirigido a un público muy específico y muy próximo a mi mensaje.
–Hablaba antes de como regresó a su tierra para sanar y reecontrarse a si misma. ¿qué tiene el Sur, Andalucía y Cádiz que tanto ayudan a sanar?
–La energía de aquí es mágica y me encanta empaparme de ella. Pero también llegó el momento en el que entendí que más que un sitio físico era volver a donde uno encuentra el hogar, a la tierra de donde uno es. A los recuerdos y tesosos que tenemos dentro y que a veces se nos olvidan. Una situación difícil es una oportunidad perfecta para volver a excavar dentro de uno mismo para comprender la persona que se es. La luz que tenemos aquí me conecta mucho con lo que soy y me anima a mostrarme al mundo.
–Viendo que Chambao es una referencia recurrente para usted, ¿ha llegado a conocer a la Mari?
–Aún no. Una de mis mayores ilusiones es compartir algún día escenario con ella. Espero que se cumpla.
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