Como en los viejos tiempos

Quien avisa no es traidor: hay otras páginas (todas) más enjundiosas informativamente que ésta

En los viejos tiempos también era junio y también tenía la ventana abierta y también se hacía muy tarde y también tenía mala conciencia y también me latía fuerte el corazón. Recuerdo las lejanas noches en las que tenía que estudiar Derecho Procesal y se me enredaban los versos de un soneto por la imaginación y ni estudiaba ni tenía sueño ni me salía el verso. Ese soneto, si acaso llegué a rematarlo, está enterrado, pero no la emoción culpable de aquellas noches en las que hasta el ruido del camión de la basura se me antojaba lírico y un perfume húmedo las mangueras de los barrenderos.

Pues estoy igual. Con treinta años más. Corrigiendo los versos de mi próximo poemario y sin escribir este artículo que hago ahora muy tarde y malcorriendo, como salta a la vista, sin haber leído las noticias de los pactos, si Villacís sí o Villanóz no, y sin haberme estudiado la crisis de los petroleros, cuyo humo vi a lo lejos, un momento que entré por querencia en el periódico digital.

Aquellos que nada más que quieren desembarazarse de sus deberes se desprenden de un plumazo de dos de los mejores placeres de la vida: el apolíneo del deber cumplido y el dionisíaco de saltárselo a la torera. Si me diesen a elegir uno solo, no sabría cuál. Al menos tengo claro que sin deberes estaríamos listos y que yo, por puro hedonismo, estoy tratando conseguir aquí los dos placeres. Escribir esto a toda mecha y salvar el deber, y volver al verso que no sale, para seguir saltándomelo.

Si usted no es el becario de un gabinete de prensa de un político exhaustivo, es probable que se sienta muy culpable de estar leyendo este artículo mío. O porque no debería estar leyendo el periódico a estas horas laborables o porque debería estar charlándole a su cónyuge y no parapetado o parapetada en un egoísta silencio lector. O se sentirá culpable porque, aunque sea la hora canónica de informarse, está leyendo este artículo que, desde la primera frase, ya se veía venir que no iba a aportar ninguna información relevante ni política ni financiera ni internacional ni siquiera local. ¡Con la de noticias enjundiosas que vienen en las otras páginas del Diario…!

Encima, yo no vengo a consolarle, desengáñese. Sienta usted, mi hipotático lector, mi semejante, mi hermano, el mismo placer amargo que yo. Hoy tocaba día dionisiaco, y con Apolo (estamos llegando al final de la columna) más o menos hemos cumplido también.

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