Su propio afán
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Su propio afán
QUE las noticias sobre el atentado fuesen confusas en las primeras horas no debe extrañarnos, porque el terrorismo produce y desea confundir. Tampoco que el contraste entre la demanda inmediata e insaciable de información y la dificultad de hallarla genere tantos balbuceos mediáticos. Sin embargo, el natural galimatías tras el atentado de Múnich sí arrojó una luz muy clara e indudable sobre nuestra condición. Se notó mucho que la policía, los medios y el público preferían que fuese un atentado neonazi con tintes xenófobos, como se especuló durante un tiempo, que uno de cariz islamista. Esa "preferencia" nos retrata por cinco razones.
La primera, freudiana. Quisiéramos que la culpabilidad recayera directamente sobre las perversiones occidentales antes que tener que asumir una mínima superioridad moral, que llevaría aparejados altos deberes y exigencias. Quizá haya ahí una huella remota de nuestra vieja alma cristiana, que prefiere el examen de conciencia a juzgar al prójimo.
Pero no todo es tan subconsciente. Por pura lógica, es mucho mejor habérselas con grupúsculos aislados de frikis embrutecidos que con un terrorismo que tiene detrás cientos de millones de potenciales partidarios y Estados amigos y oscuras (o negras, por el petróleo) fuentes de financiación.
En tercer lugar, está la razón política o de Estado. A ningún poder europeo se le puede acusar de no haber abominado del neonazismo. Las responsabilidades en cuanto a la lucha contra el yihadismo, la política exterior, la militar, la de refugiados y las debilidades internas están bastante más repartidas.
También late una razón moral. Un atentado islamista provoca una islamofobia que les da tanto o miedo o más que el yihadismo, mientras que el odio al nazi está ya tan saludablemente extendido que un atentado no contribuye a enturbiar el ambiente social. Si acaso lo purifica, pues la repulsa se entiende que nos ennoblece.
Por último, el nazismo es una ideología que, con unos aislados repuntes enfermizos, está vencida. Queda por detrás. El yihadismo está por vencer. Lo tenemos por delante: enfrente.
El efecto paralizante del islamismo sigue visualizándose, una vez establecida la verdad, con el suspiro de alivio que ha cruzado Europa porque el asesino de Múnich fuese un loco. Lo más amortizado es un neonazi, pero un perturbado vale con tal de retrasar nuestra obligación de mirar a los ojos al terror, que acecha.
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