NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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CON un sector crítico prematuramente en marcha que acusa a la dirección de autoritarismo y divismo y un riesgo no zanjado de pasar como una estrella fugaz por el panorama español (medio millón de votos en menos de dos años de vida), Unión Progreso y Democracia (UPyD) se vislumbra como una fuerza política novedosa y alternativa.
Ya no es el partido montado por Rosa Díez bajo la sospecha de erigirse en brazo ejecutor del resentimiento contra su antigua organización (el PSOE). Su mérito, que también es el origen de sus dificultades para emitir un mensaje homogéneo, es el carácter transversal con el que nació, basado en la apertura a personas de distintas ideologías, pero unidas por el afán de regeneración de la democracia y superación del bipartidismo asfixiante y empobrecedor.
Al carecer de un componente ideológico nítido, UPyD tendrá poca influencia en los sectores populares más politizados, pero por eso mismo atrae a un electorado de capas medias urbanas desencantado de los grandes partidos tradicionales y ávido de respuestas a los nuevos problemas de la sociedad contemporánea. Por otra parte, la misma desideologización de esta nueva fuerza política le permite ofrecer soluciones que unas veces parecen conservadoras y otras progresistas, pero que resultan aptas para una ciudadanía que demanda salidas viables a los conflictos de la convivencia nacional, se atengan o no a grandes construcciones teóricas.
El congreso celebrado este fin de semana por los "unionistas" es un buen ejemplo: se ha atrevido a proponer la modificación de la Constitución para instaurar en España la cadena perpetua revisable a aplicar en delitos especialmente repugnantes. Ningún partido la ha planteado nunca, y eso que responde a una exigencia ampliamente sentida por la sociedad. También ha llegado UPyD donde no han llegado otros en reivindicaciones como la recuperación de competencias por el Estado, la profundización del laicismo, el final del régimen fiscal de Navarra y el País Vasco o la equiparación de diputados y senadores con el resto de los ciudadanos en el cálculo de sus pensiones de jubilación. Es un programa que contiene a la vez la defensa de los principios de una democracia unitaria y antinacionalista y las bases de lo que podríamos englobar como republicanismo cívico. Ideología, como digo, ninguna. Ése es su talón de Aquiles, y también su atractivo.
El partido que ya no es sólo de Rosa Díez cuenta con un diputado en el Congreso U (ella misma), otro en el Parlamento Europeo y un tercero en el vasco. No puede aspirar a gobernar en ningún sitio, pero es probable que tras las próximas elecciones condicione los gobiernos en varias autonomías y grandes ciudades. Un éxito.
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