Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
Hacen bien los artesanos en defenderse de los bordados paquistaníes, los cofrades apoyándolos y las autoridades amparándolos. Pero no se pueden poner puertas al campo ni al mercado global. La forma más eficaz de apoyarlos y defenderlos es que los cofrades les sigan encargando enseres y que las autoridades les den todo el apoyo que las administraciones pueden ofrecerles, que es mucho. Aunque en el Manifiesto en Defensa del Arte Sacro de Sevilla, rubricado el pasado 10 de septiembre por la Asociación Gremial Arte Sacro, el Ayuntamiento, la Junta, la Cámara de Comercio y la Archidiócesis, no se va más allá de las generalidades de defender su valor cultural y económico, impulsar medidas para su preservación, protección jurídica y reconocimiento institucional, concienciar a la ciudadanía sobre su valor y reforzar los mecanismos de colaboración interinstitucional para blindar este patrimonio frente a amenazas externas. Pero sin decir cómo hacerlo ni proponer ninguna medida concreta. Y lo cierto es que no se puede prohibir a una corporación o unos ciudadanos particulares que los compren y que es muy difícil frenar esta competencia a la baja en el actual escenario mundial.
Tampoco creo que la reunión de Zoido y Sanz con el embajador de Pakistán ante la UE –que en la foto publicada en este diario parece afectado por un ataque de risa del perro Pulgoso de los dibujitos– sirva de nada. Tampoco la exposición de enseres montada, según Zoido, para “impresionar a todo el Parlamento con la belleza de las obras que se crean en Sevilla”. Más bien que se crearon hace muchos años porque, salvo el paso del Cristo de la Sed (1988-1990), lo expuesto fue realizado hace entre 225 y 75 años: dos imágenes de 1800 y 1830, bordados de 1910 y 1928, un respiradero de 1943 y un busto de 1954. Incluso la pieza más reciente es obra de un artesano difunto.
Más eficaz hubiera sido centrarse en el bordado –que yo sepa no hay imaginería y orfebrería barata paquistaní– y exponer lo que ahora están haciendo los bordadores vivos, con algunas de sus obras recientes más notables, y la reconstrucción de cómo se trabaja en sus talleres, para demostrar que no se trata de preservar un patrimonio histórico del pasado, sino una actividad presente y viva. Pakistán no compite con Juan Manuel Rodríguez Ojeda.
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