Cambio de sentido
Carmen Camacho
Plácido
De todas las sorpresas que nos hemos llevado (al menos yo, cada vez más en minoría) en este año que ahora acaba, una de las más grandes y desagradables ha sido la constatación de que aumenta el número de personas, sobre todo ¡ay! entre los jóvenes, que creen que el franquismo fue “bueno o muy bueno”. Y después está la multitud que asegura que Franco era regular pero “también tuvo cosas buenas”. De estos últimos me llama la atención sobre todo que quienes ven esas algunas cosas buenas en un dictador que llegó al poder por las armas y se mantuvo en él casi cuarenta años, sin dar la oportunidad a los españoles de cambiarlo, no son capaces de apreciar ni un poro positivo en Pedro Sánchez, elegido por la mayoría democrática. Los resultados de hace dos días en Extremadura, con el sonoro aumento de la ultraderecha, abonan el pesimismo que me embarga este fin de año.
Al parecer, la construcción de pantanos justifica un régimen que a la vez, y sin que fuera necesario, fusilaba, encarcelaba, represaliaba y reprimía las opiniones diferentes. Poner por encima de las vidas y los anhelos de los ciudadanos el levantamiento de infraestructuras sugiere, de manera lamentable, que la educación en sociedad, solidaridad e igualdad ha perdido mucho en los últimos años. Está ganando la batalla el relato interesado y parcial de los defensores de su concepto exclusivista de patria, mientras caen como trasnochados los ideales de justicia y fraternidad. Hasta el concepto de ‘libertad’ es ondeado en el sentido más individualista y egoísta del término, como si tan elevado principio fuera compatible sin ser compartido.
Ya ni siquiera el llamado espíritu de la Navidad es interpretado en su sentido original cuando vemos que quienes deberían ser sus máximos defensores, como el alcalde de Badalona, aprovecha estas fiestas para echar a la calle a centenares de personas a las que es un crimen llamar ‘ilegales’, y se enorgullece de su indiferencia por dónde van a pasar estos días, indiferencia compartida por la mayoría de los ciudadanos que lo eligieron y muchas veces acompañada con el aplauso. Me resulta indigesta esta combinación de supuesto cristianismo con expulsión, tan sólo con recordar que cuando el fundador de todo esto nació, hace 2025 años, tampoco sus padres hallaron posada y tuvieron que buscar abrigo en una cueva.
Ya en Chile ha vencido un defensor de Pinochet. Y horroriza pensar que, en este país, si Franco viviera para presentarse en este periodo electoral obtendría un resultado más que apreciable (bueno, más bien despreciable).
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