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EN el tema de la moda hay mucha tela que cortar, aunque tela cada vez hay menos. En cualquier caso, no vengo a hablar sólo de la textil, sino de la moda en general, una de las fuerzas que mueven el mundo. Es un tema desorbitado, sí, pero el articulismo es la minifalda de la filosofía, y debe encararse a su modo (frívolo y breve) con las grandes cuestiones de nuestro tiempo.
Ahora las modas afectan desde a los juegos de los niños (por lo que he oído, el último grito son los Gormetis y las cartas de Yu-Gi-Oh!) hasta a las ideas. Hubo un tiempo en el que Sartre arrasaba, luego lo elegante fue Lévi-Strauss, y hemos venido, dando tumbos de MacLuhan a Marina, hasta Suso de Toro. La pobre Philosophia perennis, con ese nombre tan rancio y su afán de verdades sólidas, ¿cómo va a comerse una rosca?
Modas hubo siempre, pero el signo de estos tiempos es su vertiginosa aceleración. Antes el barroco podía estar casi dos siglos en el candelero. Desde la modernidad, cualquier pintor cambia de estilo cada dos tardes. Recuerden el caso Picasso, por poner un ejemplo medio digno.
A bote pronto, la aceleración obedece a motivos comerciales. El consumismo no se basta. No puede esperar a que los bienes de consumo se consuman. Necesita que los tiremos (con cara de asco) enseguida y que compremos más: los de moda. Esto lo entendió Zara, que no renueva colección por temporadas, sino cada quincena. Y no pasa sólo con la ropa, también con los modelos de móvil o los tipos de coches.
Junto o bajo el consumismo está la cosmovisión. Hoy todo quisqui es progresista, ya sea de derechas (qué vergüenza) o de izquierdas (a mucha honra), y los progresistas se creen en serio que progresamos sin pausa. En consecuencia, no podemos pararnos ni a respirar si no queremos perder el tren del futuro. Vivir en el presente es estar anticuado. Lo ha visto con ironía Miguel Agudo: "Tengo el reloj adelantado/ cinco minutos/ para vivir con la esperanza/ de un mundo mejor".
Y aquí es cuando el asunto, que venía apuntando maneras, mete miedo. Hoy la moda es no estar de moda, sino más allá; no ir a la última, sino a la próxima. Twitter era lo más cool en internet hasta que salió en la tele y se apuntó la gente. Cuanto más de moda, más demodé, se asustan todos. Por avanzar en vanguardia se empujan y terminan corriendo en círculo, huyendo de sí mismos. Hay quien para escapar de esta espiral paradójica hace justo lo contrario de la moda. Lo que no deja de ser seguirla del revés, con el rabillo del ojo, con el pie cambiado, de espaldas, pero seguirla.
Entonces, ¿no hay remedio? Uno hay: pasar de modas, ni a favor ni en contra. Bajarse del carrusel. Que dé vueltas solo. Vestir lo que nos favorece, pensar lo que pensamos, leer lo bueno, y así. Viviremos tranquilos y, encima, nos pasará como al reloj parado, que da la hora exacta dos veces al día. El que adelanta o atrasa no la da nunca.
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