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DE POCO UN TODO
TRAS el susto, ahora que Sarkozy está felizmente recuperado, podemos reflexionar sobre su lipotimia, para provecho de jóvenes y, sobre todo, de mayores. Advierto que el mensaje de este artículo será que la obsesión por el deporte perjudica gravemente a la salud. Si a usted, que yo diga esto, le parece intolerable, deje de leerme hasta la próxima columna, y tan amigos.
Puede que le parezca intolerable porque el fundamentalismo deportivo es uno de los dogmas más férreos de nuestra sociedad. Hace más o menos un mes contaba en un artículo que personas que te acaban de conocer, enseguida te aconsejan, con un tono de voz imperativo, que corras todas las mañanas o que te apuntes a un gimnasio o que practiques la natación o que hagas abdominales. Yo animaba -qué remedio- a tomárselo con paciencia y, de paso, me preguntaba qué diría la gente si uno, a cambio, les aconsejase la comunión diaria o la lectura detenida de la Epístola Moral a Fabio, de Fernández de Andrada. Mi pregunta, como es obvio, era retórica: por muy beneficiosas que uno considere esas prácticas, hoy en día sería de muy mal gusto proponérselas a un recién presentado.
Diga lo que diga el discurso dominante, es un hecho que el deporte produce la mayor parte de las lesiones. Hagan la prueba. Cada vez que se encuentran a un conocido con muletas o con alguna extremidad escayolada, pregúntenle cómo ocurrió. Y prepárense para escuchar un minucioso relato deportivo. La cosa se agrava a medida que se van cumpliendo años, como todo.
No será el menor servicio que Nicolas Sarkozy preste a la sociedad occidental si su lipotimia y el susto subsiguiente nos previenen contra el ardor deportivo que embarga a casi todos. No se puede vivir impunemente en los quince años. Sarkozy lo intenta, siendo el líder de la clase, el más hiperactivo de la cancha y el novio de la guapa del instituto, la que, además, toca la guitarra y tiene fama de malota. Por suerte, sólo le ha dado una lipotimia, que es lo menos que le podía haber entrado. Es de desear que a partir de ahora se cuide más el hombre.
Y nosotros, aprendamos esta lección, que en verano será más provechosa que nunca. Con los calores, entran las ganas de ponerse ropa deportiva y salir a mover el esqueleto. Un poco, con cuidado, sin estridencias, calmada, prudente, humildemente, estará muy bien, y hasta puede mejorar algo nuestra salud, lo admito. Pero no quieran ser el más vigoroso de la orilla o el campeón del club, que es peligroso. Si les sobra el tiempo libre, recuerden: la Epístola Moral. En casi cuatro siglos de vigencia, no se conoce que nadie se haya lesionado con ella.
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