
El mundo de ayer
Rafael Castaño
Las estrellas dormidas
Afinales de los 70 irrumpieron en Cádiz los despachos de abogados laboralistas de la mano de las centrales sindicales. CNT se había instalado en un pequeño local de la calle Pasquín, la USO tenía su despacho de abogados con Carlos Rosado y Armando Ruiz en la calle Sagasta, frente a la funeraria, UGT estaba en Veedor donde asesoraron Ramón Dávila, Agustín Barberá e incluso Carlos Díaz en algún momento , la CSUT con Rafael González Biedma en la calle Cervantes, CCOO estaba en la calle Cánovas del Castillo, con Fernando Martín Mora y Javier Anso. Este último era un caso curioso de marianista asesor de un sindicato de origen comunista, en ese vínculo que tuvieron en aquella época un sector de la Iglesia con al movimiento obrero tras el Concilio Vaticano II (Pepe Araujo, Gabriel Delgado y tantos otros). Javier Anso había facilitado el Colegio Mayor Chaminade para un acto donde se reclamaba la amnistía, que acabó con todos los promotores en la comisaría de Isabel la Católica( Rafael Román ,Juan Jiménez Mata, Jaime Pérez Llorca, Rafael Gómez Ojeda, Moncho Pérez), con una magnífica portada de este Diario al día siguiente: CONCEDIDA LA AMNISTÍA. LOS QUE LA PEDÍAN EN CÁDIZ, DETENIDOS”. Recuerdo haber ido con Armando Ruiz al despacho de Javier en la primera planta de la sede de Comisiones, tenía colgada en la pared una foto del pacifista italiano Lanza del Vasto. Por allí andaban Juan Pérez, Juan García, Jesús Bernabé, Fermín, Agustín, Isidoro, Outerelo, Mercedes Salguero y tantos otros dirigentes, un tipo de personas de las que ya no quedan en el movimiento sindical. Javier siempre fue un gran conversador, con un sentido del humor peculiar, vasco quizás. Siempre tuve una estrecha relación con él basada en el respeto mutuo, a pesar de que no compartíamos algunas ideas importantes , como su fe o su defensa de los conciertos educativos. Me llamaba la atención su defensa del colegio marianista porque a mi modesto entender no casaba con los puntos de vista progresistas que siempre tuvo Javier. Le gastaba una broma recurrente: “¿tu apellido es Anso o Ansó, porque ahora el Ansón de toda la vida es Anson?”, le cargaba yo. Se fue a Madrid, luego a Roma, volvió a Cádiz y de aquí a Cuba. Me escribía de vez en cuando para festejar los éxitos del Atleti, tan escasos para tanta pasión. Hacía tiempo que no hablaba con él, le echaré mucho de menos. Me va a pasar como me ocurrió con Leopoldo, Calleja, Emilio, Manzorro o Julio Malo, que no borraré su teléfono de la agenda del móvil, como muestra de rebeldía ante la injusticia de la muerte. Los que no creemos en la existencia de un dios o de otra vida pensamos que la gente pervive a través de nuestros recuerdos. El mundo es peor sin Javier.
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