
Envío
Rafael Sánchez Saus
Torre Pacheco y otras miserias
El mundo está a punto de despeñarse (otra vez) por mor de un corto puñado de hombres que pretenden hacer alarde de gran virilidad, precisamente a una edad en la que esta ya empieza a escasear. La guerra la hacen señores que engañan a la gente con proclamas sobre el tamaño de sus países del tipo “hacerlos grandes de nuevo” quién sabe si añorando otro tipo de tamaños y grandezas. La guerra es lo peor para la mayoría y lo mejor para esa minoría que la ordena y organiza, jugando sobre un tablero con muertos y mutilados en el nombre de supuestos ideales que, por desgracia, mucha gente se cree.
Estos grandes señores ni siquiera tienen ya la decencia de reconocer que lo que hacen es una guerra. Trump, Putin, Netanyahu niegan darle ese nombre a las masacres que están cometiendo. El resto del mundo, entre asustado y estupefacto, asiente a la desfachatez e incluso, occidentales auto satisfechos a fin de cuentas, se permiten reprender a las víctimas de los bombardeos y advertirles que no se les ocurra responder.
La Unión Europea está tomando en los últimos acontecimientos una actitud vergonzosa. Después de meses de genocidio, ahora ha concluido que es posible que Israel esté violando los derechos humanos y “se plantea” reconsiderar sus relaciones con el Estado de Tel Aviv. Cuando acaben con los palestinos ya no hará falta esta reconsideración. Importantes países como Gran Bretaña, Alemania y Francia comprenden el bombardeo trumpista sobre Irán, dando marchamo de legitimidad a una de las vulneraciones del derecho internacional más flagrantes de los últimos tiempos, con la excusa sin pruebas de que los ayatolás están fabricando una bomba nuclear. Con la ONU lo mejor que se puede hacer es disolverla y ahorrarnos la tremenda millonada que supone su mantenimiento, que podríamos dedicar, por ejemplo a sanidad, educación o cualquiera de las otras cosas buenas que la Humanidad también ha inventado.
Unos cuantos poderosos al servicio del imperio armamentístico internacional nos están dibujando el peor futuro y la gente de paz no tiene quien la defienda. A los hombres que manejan esto sólo se les ocurre incrementar el gasto militar, queriendo hacernos creer que la mejor manera de acabar con la violencia es repartir pistolas, como en esa profunda sociedad norteamericana que ha elegido al que aspira a llevarse el premio de matón entre matones. Se acabó la diplomacia, ese sutil arte de entretejer verdades y mentiras, para dar paso a la escuela moderna que ya no proclama “si quieres la paz prepara la guerra” sino que profetiza que “después de la fuerza vendrá la paz”.
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