La aldaba

Carlos Navarro Antolín

Horror, un fondo de inversión

25 de octubre 2025 - 03:03

Un afamado restaurante de Madrid que funciona la mar de bien, con una cartera de clientes, una reputación y lista de peticionarios de mesa para asegurar el lleno durante meses. Una serie de clínicas privadas que se ha hecho con un elenco de médicos de prestigio, maquinaria de última generación y sin listas de espera. Un hotel con encanto, en primera línea de playa, que ha crecido poco a poco gracias a la eficiente gestión familiar. Una red de comercios abiertos las 24 horas que ha logrado hacerse con una marca potente reconocida en toda España. Se trata de modelos de negocios de éxito, de esos que solo logran llegar a la cima con el esfuerzo de sus promotores, el riesgo que conlleva todo emprendimiento y las decisiones correctas que mantienen en tensión productiva a la plantilla. Es tal el éxito que de inmediato se cierne sobre ellos una sombra inevitable: el interés que suscitan en un fondo de inversión. Todo negocio que triunfa, que curiosamente tiene el valor añadido del arraigo en la ciudad de turno, genera el interés de los fondos de inversión. Aprovechan la falta de relevo generacional, el cansancio del dueño o, cómo no, el poder de una oferta que sea irrechazable en una economía globalizada en la que siempre te repiten que el pez grande se come al diminuto. Nunca recuerdan que el pequeño se mueve a mayor velocidad y pasa más desapercibido para el hambriento enemigo. Pero el fondo de inversión siempre echa por delante al comisionista de traje arrugado con pantalón de pitillo que trata de embaucar al señor que ha sacado adelante el restaurante, las clínicas, el hotel o ese comercio que recibe pedidos de España y el extranjero. Se presentan como la salvación y como la única oportunidad de crecer como nunca, pero no pocas veces acaban machacando el negocio. No valoran aquello que no les ha costado conseguir. Solo ven el resultado, la hoja de Excel. Algunos plantean antes de soltar la pasta que los fundadores se queden un tiempo al frente de la actividad para enseñar el know how a los nuevos (el uso del inglés es clave para engatusar). Pero ni por esas. Los fondos de inversión son impersonales, fríos y solo tienen prisas por hacer caja y autoconcederse dividendos. Destrozan en poco tiempo cuanto se ha construido con esfuerzo, pasión y vocación. La teoría es muy bonita, la práctica enseña casos de sonoros fracasos. Mejores son los que parten de inicio con un proyecto, nunca los que llegan con el éxito consolidado. Si oye que su restaurante preferido lo ha comprado un fondo, tenga claro que se va al garete.

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