Felipe, el gran estadista sin gracia

12 de septiembre 2025 - 03:05

No interrumpas una conversación si no estás seguro de decir algo de interés. No cuentes un chiste si no tienes la certeza de que generará risas y, sobre todo, de que los oyentes no sean subordinados que tengan que reírte el relato por narices. La gracieta fallida muda en impertinencia con celeridad. Gente brillante, grandes estadistas, solventes gobernantes y personajes de un currículum intachable juguetean con el humor porque tal vez sepan que uno de los principales poderes de un hombre es hacer reír al prójimo. Hay quienes sostienen que quien hace reír a otro es capaz de conseguirlo todo de esa persona. Recuerden las confesiones de la película El nombre de la Rosa: “La risa mata al miedo y sin miedo no puede haber fe”. Felipe González se toma la licencia de hablar y hablar sin freno porque se sabe un hombre de Estado. Yugoslavia, Europa, Israel, Reagan... Blablablá. Pero suelta una broma y no tiene el don de la gracia. Siempre ha sido frío. Y tímido desde sus tiempos de abogado en el despacho de la calle Capitán Vigueras de Sevilla, donde todos los letrados que hubo en los años setenta y los que hay en 2025 no son precisamente para el Club de la Comedia. Felipe bromea con el cargo de Antonio Sanz, consejero de Presidencia, Interior, Diálogo Social y Simplificación Administrativa. Si de verdad el Gobierno andaluz apuesta por la simplificación, que empiece por aplicar la podadora al título del cargo de Sanz. Lógico, ¿no? Pero nadie rio la gracia. Primero porque Felipe no tiene ese don. No domina esa narrativa, no es el Yuyu. Pero nadie le dice al rey que está huérfano de la gracia. Y segundo porque Sanz intervino antes y estuvo modélico, institucional, cortés y a la altura de las circunstancias. Hasta en cuatro ocasiones felicitó al premiado (Alfonso Guerra) en nombre del Gobierno andaluz, y elogió a Felipe. Hay noches que no se precisa un fotocol. Cada uno se retrata. Se puede ser tan brillante como frío, tan hombre de Estado como carente de arraigo en su tierra, tan lúcido en el análisis político como inoportuno en el arranque de un discurso, tan valiente en el diagnóstico de las tropelías del Gobierno actual como seguro de que nadie te dirá en voz alta lo que tantos comentaron en privado. Hay que ser socialistas antes que marxistas, proclamó Suresnes. Hay que ser agradecidos y menos protagonistas cuando te han tratado bien y, sobre todo, cuando la estrella de la noche era otra. El humor, lubricante de la vida cotidiana, es algo muy serio, ¿verdad, Manu Sánchez?

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