Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Políticos y jueces fingen lo estupefactos que se quedan por autos concretos o el estupor que sufren por el desempeño parlamentario. Sobreactúan. Y, de pronto, una luminosa joven de 14 años se quita la vida, porque sufre un insoportable acoso de tres compañeras en un colegio de Sevilla. Así descubrimos de golpe el verdadero valor de la palabra estupor, un asombro que nos paraliza, o el de estupefacción, que significa lo mismo, perplejidad, desconcierto. Aquí estamos, preguntándonos cómo puede pasar esto, cómo pudo evitarse, qué combinación de maldad y negligencia hace falta para que ocurra esta tragedia. Se ha abierto un debate sobre la necesidad de una mayor vigilancia, protección, atención, ayuda. Todo lo que ha faltado en este colegio de una fundación religiosa que tiene otros dos centenarios en Sevilla y otros cinco en Madrid, País Vasco y Cataluña. Las Irlandesas de Loreto tienen dos líneas concertadas desde Infantil hasta ESO con 672 alumnos.
Fernando Pérez Ávila y Diego Geniz han contado en este diario otros casos del mismo centro escolar sin que se activara el protocolo antiacoso, ni el de prevención de suicidio, ni siquiera una advertencia a los padres de agresores. Lo único que se hizo fue separar a la víctima en distinta clase. Fue la única medida con Sandra Peña, después de dos alarmas de sus padres a la dirección, con informes psicológicos. Una solución insuficiente; la vigilancia más allá de la clase es escasa o nula en espacios compartidos como lavabos, patios, comedores. La Consejería de Educación ha expedientado al colegio y denunciado a la Fiscalía para que investigue la inacción escolar y responsabilidad de las alumnas. Las familias consultadas ponen el énfasis en la importancia de un buen servicio de orientación educativa. Este no es un hecho aislado, en nuestro entorno familiar todos tenemos noticia de alumnos agresivos con sus compañeros e incluso con sus maestros. Es difícil resolver el origen de esa violencia, pero sin duda necesitamos reforzar los equipos de psicólogos y educadores sociales para trabajar con acosadores y familias. No son cosas de niños; es un problema de toda la sociedad, que causa estupor.
También te puede interesar
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Qué clase de presidente o qué clase de persona
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
El mundo de ayer
Rafael Castaño
El grano
Lo último