Convivir con la corrupción

15 de diciembre 2025 - 03:07

España, más bien la política española, vive un ambiente de fin de época. El mal olor que emana de las cloacas se ha adueñado de todo. La UCO se erige en protagonista de la película y los paseíllos a las puertas de los juzgados se convierten en la gran noticia de los telediarios cuando no lo son las entradas apresuradas en la cárcel mochila en mano. No es la primera vez. Vivimos en un país que mide sus ciclos políticos por oleadas de corrupción. Pasó con Felipe González en 1996, con Rajoy en 2018 y parece que ahora le toca el turno a Pedro Sánchez. La situación del presidente en una democracia normal sería insostenible. Lo rodea tanta podredumbre que parece imposible que pueda mantenerse en el puesto y que las encuestas, aunque le den perdedor, todavía le coloquen un suelo de apoyos bastante sólido.

¿Por qué pasa eso? Seguramente porque España, a estos efectos, no es una democracia normal. Ahora que se cumple el medio siglo de que empezó a desmontarse la dictadura y a construirse en el edificio democrático es un buen momento para plantearse las razones últimas de que los españoles nos hayamos acostumbrado a convivir con niveles altos de corrupción sin que ello suponga una impugnación del sistema, sino todo lo contrario.

De hecho, lo que ahora más preocupa en el PSOE no son los casos de Ábalos o de Leire Díez, sino los escándalos por las acusaciones de abusos sexuales contra mujeres del partido. La corrupción, según estos análisis, tiene un coste electoral asumible. La pérdida de apoyo femenino sería una catástrofe que condenaría a los socialistas a un largo peregrinaje por el desierto. Si Pedro Sánchez está hoy en la Moncloa es porque en 2023 las mujeres se movilizaron para apoyarlo ante la amenaza que representaba la llegada de Vox de la mano del PP.

Si la corrupción es un factor menor, comparados con otros, para determinar el comportamiento electoral de los españoles es porque la política es un espejo en el que se mira el conjunto de la sociedad. La corrupción, o por lo menos ciertos niveles de corrupción, es tolerable porque siempre ha estado ahí y hemos aprendido a convivir con ella. No solo en la política, también en los otros ámbitos de la vida social. El problema es cuando se rebasan ciertos límites. Eso quizás sea lo que esté pasando ahora.

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