Al punto

Juan Ojeda

¡Qué bonito es el querer!

28 de junio 2010 - 01:00

Aver quién se atreve ahora a decir que en España no son posibles los grandes acuerdos, cuando cada día nos encontramos con que tenemos más cosas en común. Y no hablo de La Roja, nuestro pedazo de selección, que concita nuestras ilusiones y esperanzas. Ahí es nada. Pero es que son muchas más cosas. Por ejemplo, tenemos una reforma del mercado laboral -aunque más que mercado habría que llamarle tiendecita de barrio- que ya ha pasado el trámite de la ratificación parlamentaria, y sobre la que se ha conseguido un consenso absoluto. A nadie le gusta. Ni a los empresarios, porque la ven cortita, ni a los sindicatos porque la ven excesiva, ni a la oposición porque, aunque se haya abstenido para no liarla más, la encuentran escasamente operativa. Y ni siquiera me parece que el Gobierno esté contento, porque sabe que es un trágala, que le va a costar una huelga general, y espera que, en la discusión del proyecto de ley, la oposición se la enmiende.

Y más cosas. Porque, a ver si no es bonito el contemplar una rueda de prensa conjunta entre el ministro de Industria, Miguel Sebastián, y el portavoz de asuntos económicos del PP, Cristóbal Montoso, dándose la mano y acordando que, de momento no suba el recibo de la luz, y dando como posible un pacto energético que, hace unos meses, se veía tan imposible como el frustrado sobre educación. Bueno, la verdad es que esto no les ha gustado a los responsables de las empresas eléctricas, pero ellos son sólo cuatro o cinco. Todos los demás, la mar de contentos.

La guinda en el pastel la ha puesto Javier Arenas, en su condición de dirigente nacional del PP, planteando, ni más ni menos, que la posibilidad de un Gobierno de coalición entre socialistas y populares, eso sí, una vez que Rajoy haya ganado las elecciones y, por supuesto, descontando a Zapatero, en lo cual creo que están de acuerdo también la mayoría de los socialistas. Por supuesto que estas declaraciones de Arenas han sido matizadas después y enmarcadas en un hipotético escenario postelectoral, en el que tendrían que darse unas determinadas condiciones.

Pero lo bonito es haberlo dicho ahora, porque al personal eso le hace ilusión -bueno, por lo menos a gran parte del personal- porque a la gente lo que le gusta es que los políticos se quieran y sean capaces de llevarse bien por el interés común. Y ya, el que estén dispuestos a sacrificarse un poquito y gobernar con el contrario, es la releche. O sea, que si las cosas siguen así, nos podremos ir de vacaciones con una preciosa canción del verano: ¡qué bonito es el querer!

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