Enrique Gª-Máiquez

Rebelión fiscal

Su propio afán

La separación de poderes apuntala el Estado de Derecho; la objeción de conciencia, la dignidad humana

16 de junio 2024 - 00:30

Produce un efervescente alborozo ver a los fiscales del procés rebelándose contra el dirigismo gubernamental del Fiscal General. El valor y la gallardía son de las cosas que más alegran el espíritu de los espectadores, como demuestran la fiesta de los toros, la literatura épica y el mejor cine. La resistencia al rodillo del poder pulsa el botón de la esperanza en nuestros espíritus avasallados.

La conciencia es el último valladar de la dignidad humana y la objeción de conciencia es su más acendrada prueba. Porque pone a prueba la existencia de nuestra propia conciencia, que si no objeta a nada la tendremos, sí, pero como un objeto de adorno.

El cardenal Richelieu era más listo que Stalin. Este, para desdeñar la oposición de la Iglesia, preguntó que cuántas divisiones de tanques tenía el Papa. Richelieu, hablando del abad Saint-Cyran, de Port-Royal, aseguraba que «era más peligroso que seis ejércitos juntos». ¿Cómo? El peligro del abad estribaba en que proclamó la independencia de la conciencia individual frente al poder absoluto que Richelieu pretendía imponer. Saint-Cyran había afirmado: «Hay un espacio, como seis pies de territorio de alma, en el que nunca deben poner ni imponer su imperio ni ser temidos ni canciller ni nadie». Esos seis pies de nuestra alma, si nos mantenemos firmes, valen –palabra de Richelieu– lo que seis ejércitos, nada menos.

Los ficales, por supuesto, se atienen a Derecho positivo, como es lo suyo y lo inteligente, pero con qué concienzuda firmeza. De los argumentos de García Ortiz, su superior jerárquico dicen que sus razones son «manifiestamente insuficientes» y que no se ajustan a la norma. Ea. Aunque García Ortiz lleva plomo de desprestigio en las alas por la filtración de los datos fiscales del novio de Ayuso, ejercerá toda su presión. Ya veremos en qué queda este conato de resistencia.

Pero sabemos lo que ya nos deja. Señalar arbitrariedades y connivencias políticas, recordar que la actuación de acuerdo con nuestra conciencia y nuestra formación es un deber que no permite esconderse en el burladero de la obediencia debida, y transmitir a la sociedad la confianza en nuestras vapuleadas instituciones.

Estos gestos deslegitiman la ley de amnistía que se justifica en la supuesta consecución de una paz social, que no vemos por ningún lado. Ver, vemos cómo cunde la división, la decepción y el desconcierto, incluso en las más serenas instancias.

stats