Con la venia

Fernando Santiago

Pepito piscinas

31 de agosto 2012 - 07:30

Si tenía alguna duda sobre las piscinas Michael Phelps me la despejó de manera definitiva. Que el más importante nadador de la historia haya declarado que se mea en la piscina reduce mucho mis opciones para ir a bañarme a una. Cosa bien distinta es si yo tuviera una para mi uso particular, donde solo se bañasen mis amigos y mi familia y donde yo pudiera imponer unas normas. Pero no es el caso y dudo mucho que llegue a darse jamás. Así que mi única opción son las piscinas públicas y las de los amigos. Creía yo , en mi ingenuidad, que en contra de lo que ahora descubro, la gente se duchaba antes de meterse en la piscina y guardaba unas normas básicas de urbanidad para un recinto donde se sumergen otras personas. Pero cuando el campeón olímpico reveló que tanto él como el también famoso nadador Ryan Lochte se mean dentro de una piscina de competición, todos mis puntos de vista han cambiado. Si un tipo que usa la piscina para batir todo tipo de marcas, que ha vivido 15 años la mitad de su tiempo metido en una piscina, si alguien así se mea en la piscina ¿qué no harán el resto de los mortales? Veía yo muy hermosas esas piscinas de agua transparente, algunas ahora en lugares elevados donde se confunden con el mar y hasta con el infinito. Esas piscinas situadas en las azoteas o en lo alto de los edificios con monumentos próximos, como ocurre en los hoteles Senator y Patagonia, donde uno se baña bajo el cielo de Cádiz y recortado por su sky line. Recordaba yo a Burt Lancaster en "El nadador" cuando recorría Beverly Hills a través de las piscinas de sus amigos, una metáfora sobre el dolce fare niente. Incluso provocaban envidia esas escenas de la gente bebiendo su copa "a las rocas" al borde de una piscina, con sombrilla y pajita. Los que toman el sol en tumbonas junto al cantil de la piscina o los que lo hacen en colchonetas sobre al agua. Comprendía la fascinación que les había causado a los integrantes de la marcha del Sindicato Andaluz de Trabajadores que nada más entrar en el Hotel-Palacio de Moratalla se tiraron a la piscina. Seguramente ninguno había leído las declaraciones del supercampeón olímpico o, quizás, tenían un apuro y se tiraban a la piscina para obtener un alivio para su vejiga, que hasta los revolucionarios tienen sus necesidades. Ahora sabemos que una piscina es un lugar donde la gente da rienda suelta a la expulsión de fluidos corporales que en unos segundos se mezclan y difuminan con el agua. Lo digo porque se va a abrir la piscina del Hotel Atlántico el próximo sábado día 1 de septiembre para el que tenga la tentación de acudir a hacer uso del nuevo equipamiento. No propongo un boicot sino tan solo la gente debe saber a qué atenerse: cuando se sumerjan en a una piscina se acuerden de Michael Phelps.

Antes pensábamos que las piscinas eran un lugar de reposo y frescor. Las vinculábamos con lo mejor de nuestras vacaciones. Ahora sabemos la cruda y escatológica realidad, justo cuando Phelps abandona su carrera de nadador nos cuenta la verdad. Cuando miremos al equipo de sincronizada, a Amengual o a Mireai Belmonte, las veremos de otra manera.

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