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Editorial

Pecado, y delito, de pederastia

BENEDICTO XVI, que acaba de cumplir cinco años al frente de la Iglesia católica, cerró ayer el círculo de su firme voluntad de condenar los casos de pederastia que se producen en el seno de una de las grandes confesiones religiosas del mundo. Durante el vuelo que le conducía a Portugal, el antiguo cardenal Ratzinger pronunció su mensaje más enérgico y contundente sobre los abusos sexuales de sacerdotes católicos. "Hoy las más grandes persecuciones a la Iglesia no vienen de fuera, sino de los pecados que hay dentro de la propia Iglesia", dijo a los periodistas que le acompañaban, añadiendo significativamente que "el perdón no sustituye a la justicia". La matización es importante en la medida en que subraya que la pederastia no es solamente un grave pecado, sino un delito perseguible en todos los códigos civilizados, cuyos autores deben, por lo tanto, ser denunciados ante los tribunales civiles y sometidos a sus sentencias. De este modo, Benedicto XVI rompe de manera radical con la práctica tradicional de la Iglesia, que durante demasiado tiempo se ha limitado a lavar esos trapos sucios en su interior, trasladando a los implicados o, en los últimos tiempos, alcanzando acuerdos de compensación económica con las víctimas de los abusos. El escándalo, tantas veces ocultado, estalló en el año 2002 en Estados Unidos, cuando un periódico de Boston relató la historia del reverendo John Geoghan, que abusó de 130 niños durante veinte años mientras sus superiores se limitaban a cambiarlo de parroquia. Después se fueron conociendo casos en Irlanda, Alemania, Austria, Suiza e Italia, hasta constituirse en el principal problema social del catolicismo. Ya en los primeros años del siglo XXI, Ratzinger, en su condición de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, endureció las penas eclesiásticas para los pedófilos, pero ha sido tras su elección como Papa cuando Benedicto XVI ha ido endureciendo su discurso hasta llegar a la doctrina actual: tolerancia cero, suspensión del ejercicio ministerial de los curas pederastas y colaboración con la Justicia para su castigo. Una actitud que hará mucho bien a la Iglesia y la purificará.

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